La decisión de Argelia de cerrar su espacio aéreo a Mali, bajo el argumento de proteger su soberanía tras derribar un drone en abril, no es solo una medida de seguridad: es un síntoma de una política exterior cada vez más contradictoria. Mientras el país se presenta ante la comunidad internacional como un pilar de estabilidad en el Sahel, sus acciones recientes revelan un enfoque reactivo, cortoplacista y, en última instancia, perjudicial para los intereses que dice defender.
La paradoja argelina: retórica de unidad, prácticas de fragmentación
Argelia ha construido su narrativa regional en torno a dos pilares: su lucha contra el terrorismo y su rol de mediador neutral. Sin embargo, el cierre aéreo —una respuesta desproporcionada a un incidente fronterizo— desnuda una incoherencia estratégica. ¿Cómo explicar que un país que alberga la sede del Processus de Nouakchott, iniciativa para coordinar la seguridad saheliana, opte por medidas que debilitan la conectividad esencial para combatir amenazas transnacionales?
El impacto es tangible. Air Algérie, bandera de la proyección africana del país, ha suspendido 17 rutas subsaharianas, según Avia Tech. Pero más allá de las pérdidas económicas —estimadas en millones de dólares por desvíos y cancelaciones—, la medida erosiona la imagen de Argelia como socio confiable. Las aerolíneas europeas y africanas, forzadas a evitar su espacio aéreo, no solo enfrentan costos: internalizan la lección de que Argelia prioriza gestos de fuerza sobre la cooperación.
Soberanía vs. responsabilidad: el costo de la intransigencia
El gobierno argelino insiste en que el derribo del drone maliense fue un acto defensivo legítimo. Sin embargo, fuentes regionales consultadas por este medio sugieren que el aparato operaba contra milicias yihadistas en la frontera, un objetivo que Argelia misma persigue. La falta de transparencia sobre el incidente —ni se ha publicado evidencia técnica ni se ha propuesto una investigación conjunta— alimenta sospechas: ¿fue realmente una violación territorial o un pretexto para marcar límites geopolíticos?
La reacción argelina, en lugar de aislar a Mali, ha terminado por aislar a Argelia. Mientras Bamako recurre a corredores aéreos alternativos (Marruecos, Mauritania), Argelia pierde influencia. Su tradicional rivalidad con Marruecos, que ahora capitaliza la crisis ofreciendo su espacio aéreo, demuestra que la decisión tuvo más de cálculo doméstico que de estrategia regional. En un contexto donde Rusia, Turquía y potencias europeas compiten por alianzas en el Sahel, Argelia parece empeñada en reducir, no ampliar, su margen de maniobra.
Las víctimas invisibles: cuando la diplomacia falla, el pueblo paga Detrás de los discursos sobre seguridad nacional, hay realidades humanas silenciadas. El cierre aéreo afecta a: • Diásporas divididas: miles de maliense y argelinos con familiares en ambos países enfrentan viajes más largos y costosos.
• Comerciantes transaharianos: la logística de productos perecederos, ya golpeada por conflictos, se encarece.
• Cooperación sanitaria y educativa: proyectos binacionales, desde becas hasta campañas de vacunación, dependen de vuelos regulares.
Argelia, que en 2023 destinó el 12% de su PIB a defensa (según el Banco Mundial), podría invertir en sistemas de monitoreo aéreo colaborativo en lugar de cerrar fronteras. Pero opta por la desconexión, una estrategia que, lejos de disuadir amenazas, multiplica los riesgos: el tráfico ilegal de armas y personas florece en zonas con poca vigilancia aérea.
La sombra de la hipocresía: ¿doble estándar en el Sahel?
Argelia critica con razón la presencia de fuerzas extranjeras en el Sahel, pero su cierre aéreo beneficia indirectamente a actores que desestabilizan la región. Por ejemplo, las compañías rusas del Grupo Wagner, con influencia en Mali, han explotado narrativas antioccidentales para justificar su despliegue. Al tensionar las relaciones con Bamako, Argelia facilita que actores externos presenten su intervención como «alternativa» a una diplomacia argelina percibida como arrogante.
Además, la medida contradice los principios de la Unión Africana, que Argelia suele invocar. El Acta de Libre Comercio Continental (AfCFTA), impulsada por la UA, requiere integración física. ¿Cómo promoverla si se bloquean las rutas aéreas, arterias vitales en regiones con carreteras inseguras?
Argelia en la encrucijada de su propia influencia
El cierre del espacio aéreo no es un error técnico: es un reflejo de una élite política argelina que, ante crisis internas (desempleo juvenil del 25%, según la OIT), busca proyectar fuerza en el exterior. Pero el resultado es un tiro por la culata. En vez de consolidar su liderazgo, Argelia se expone como un actor que exige cooperación regional mientras actúa de forma unilateral.
El Sahel no necesita más fronteras cerradas, sino puentes. Si Argelia insiste en convertir el aire en un campo de batalla, no solo perderá altitud geopolítica: enterrará su pretensión de ser la voz racional en una región en llamas. La pregunta no es si puede rectificar, sino si está dispuesta a admitir que, en geopolítica, hasta los gigantes caen por su propia soberbia.
Mohamed BAHIA 09/04/2025