La cuestión del Sáhara sigue revelando las contradicciones internas de la diplomacia argelina. En los últimos meses, Argelia ha reaccionado oficialmente a la reafirmación del apoyo de Estados Unidos y Francia al plan de autonomía marroquí, que Rabat propone como solución definitiva al conflicto. No obstante, los comunicados emitidos por el ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia dejan al descubierto una política exterior marcada por el desequilibrio y la falta de coherencia: mientras que se lanza contra Francia con un tono hostil y rupturista, frente a Estados Unidos opta por una respuesta contenida, ambigua y carente de la misma firmeza.
Frente a Washington: crítica tibia y diplomacia evasiva
En el comunicado del 9 de abril de 2025, Argelia expresa su «pesar» por el respaldo estadounidense al plan marroquí. Pese a que este gesto supone una validación explícita del enfoque de Marruecos sobre el Sáhara, la respuesta argelina se limita a recordar la legalidad internacional y a lamentar la posición de un miembro permanente del Consejo de Seguridad. No hay condenas, ni medidas diplomáticas, ni siquiera un lenguaje que denote firme oposición.
La lectura es clara: Argelia, que se pretende abanderada del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, opta por una actitud pasiva y calculada frente a Washington. Este enfoque no es estratégico, sino contradictorio. Si, como Argelia afirma, el respaldo al plan de autonomía constituye una amenaza directa al proceso de descolonización, ¿cómo se justifica su silencio frente a la primera potencia mundial, cuando dicha postura es, de hecho, mucho más influyente que la francesa?
Lo que se percibe no es pragmatismo, sino una renuncia a la coherencia. Al evitar confrontar a Estados Unidos con la misma fuerza que a Francia, Argelia evidencia una diplomacia temerosa, que adapta su tono no en función de principios, sino del poder relativo del interlocutor. Un doble discurso que debilita su credibilidad internacional.
Contra Francia: discurso agresivo, ruptura simbólica
En contraste, el comunicado del 30 de julio de 2024 contra Francia está cargado de hostilidad. El gobierno argelino denuncia el respaldo francés al plan de autonomía como una “imposición colonial”, una “afrenta” al derecho internacional, y acusa a París de actuar con “desprecio” y “ligereza”. Se recurre a una narrativa histórica de dominación y se concluye con una medida diplomática drástica: la retirada inmediata del embajador argelino en París.
Aquí no hay moderación. Argelia opta por una confrontación abierta, casi visceral, sin contemplar ni matices ni consecuencias. Si bien es cierto que las relaciones argelino-francesas están marcadas por un pasado colonial doloroso, la violencia del lenguaje empleado y la ruptura diplomática evidencian una utilización emocional del diferendo del Sáhara, más que una política exterior basada en la coherencia y la legalidad internacional.
Además, al presentar a Francia como único responsable de la supuesta violación del derecho a la autodeterminación, Argelia incurre en una simplificación deliberada del escenario internacional, omitiendo intencionalmente que Estados Unidos —y otras potencias— han adoptado exactamente la misma posición.
Incoherencia diplomática y aislamiento político
Este doble rasero pone de manifiesto una profunda contradicción en la política exterior argelina. Aparentemente comprometida con este conflicto, Argelia no aplica un criterio uniforme frente a los actores que, según su visión, estarían socavando el proceso de autodeterminación. En lugar de ello, adapta su respuesta en función de la capacidad de represalia del otro: grita a Francia y calla ante Washington.
El resultado es una diplomacia inconsistente y cada vez más aislada, que pierde capacidad de influencia y que compromete su propio relato. Si el principio de autodeterminación es sagrado para Argelia, su defensa no puede depender del tamaño o la importancia del país que lo contradice.
Marruecos, eje de alianzas sólidas
Lo que permanece constante, sin embargo, es el hecho de que tanto Estados Unidos como Francia han reafirmado su respaldo al plan de autonomía propuesto por Marruecos, consolidando así su alianza con Rabat. Marruecos ha sabido construir, con ambas potencias, relaciones estratégicas sólidas que trascienden el conflicto Sáhara. Con París mantiene una cooperación profunda en materia de seguridad, economía y diáspora. Con Washington, las relaciones se han estrechado aún más desde el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara en 2020, consolidando a Marruecos como un socio clave en el norte de África.
Esta red de apoyos internacionales fortalece la posición diplomática de Marruecos y deja a Argelia relativamente aislada en su defensa del Frente Polisario. El equilibrio de poder parece inclinarse cada vez más hacia Rabat, que ha sabido utilizar el pragmatismo, la diplomacia y los intereses comunes para consolidar sus vínculos con las grandes potencias.
En definitiva, la diferencia de tono y de contenido entre los comunicados argelinos dirigidos a Francia y a Estados Unidos no solo delata una incoherencia diplomática evidente, sino también una debilidad estructural. Al confrontar a unos y tolerar a otros por mero cálculo de poder, Argelia sacrifica su credibilidad internacional y mina su propia causa. Mientras tanto, Marruecos continúa fortaleciendo sus lazos con las principales potencias del mundo, consolidando su posición en el conflicto del Sáhara y demostrando que la diplomacia coherente y proactiva rinde más frutos que la denuncia selectiva.
Abdelhalim ELAMRAOUI 09/04/2025









