La historia del conflicto israelí-palestino está plagada de giros inesperados, momentos de esperanza que se desvanecen rápidamente y victorias que se demuestran efímeras. Uno de los momentos más reveladores de este conflicto ocurrió en 1987, cuando estalló la primera intifada palestina.
Contrario a la creencia de muchos israelíes en ese momento, la paz y la resolución del conflicto no llegaron con la derrota de los combatientes palestinos, sino con la necesidad de encontrar un camino hacia el diálogo. Este proceso culminó en los acuerdos de Oslo de 1993, un intento de resolución que, aunque no definitivo, demostró que el conflicto no se resuelve a través de la destrucción total de un pueblo, sino mediante concesiones mutuas y el reconocimiento de derechos.
Hoy, en medio de una nueva escalada en Gaza, surge la pregunta: ¿Está Hamás derrotado? Algunos observadores aseguran que la organización podría estar al borde de su colapso, dada la magnitud de los ataques y la presión externa e interna a la que se enfrenta. Sin embargo, como ocurrió en 1982 en el Líbano, la derrota militar de una facción no implica necesariamente la resolución del conflicto.
En 1982, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sufrió un golpe devastador en el Líbano, siendo forzada a evacuar y a entregar las armas. Pero esa derrota no significó el fin del conflicto, ni mucho menos el triunfo absoluto de Israel. Por el contrario, la disputa continuó, y el sufrimiento de los palestinos persistió. El desplazamiento, las masacres y la represión solo intensificaron la resistencia.
De manera similar, si Hamás cae en Gaza, esto no significa que la causa palestina haya terminado. La resistencia palestina es una constante que trasciende a sus líderes o facciones. Los palestinos, como pueblo, han demostrado una y otra vez que su identidad y su lucha por la autodeterminación no dependen de un grupo armado en particular. Incluso si Hamás fuera completamente destruida, el pueblo palestino seguiría luchando por su derecho a un estado independiente y soberano, como cualquier otro pueblo en la región.
El concepto de «soluciones finales» mediante la violencia y el desplazamiento ha sido probado repetidamente en la historia, y ha fracasado rotundamente. Ya sea a través de la limpieza étnica, el exilio forzado o el genocidio, estas políticas no han traído paz, sino más conflicto y sufrimiento. Si bien algunos apuestan por la idea de que la fuerza militar y la opresión pueden suprimir la resistencia, la historia nos enseña que la opresión solo alimenta el fuego de la resistencia.
El camino hacia la paz y la estabilidad en la región no pasa por la aniquilación de un pueblo, sino por el reconocimiento de sus derechos. La solución a este conflicto no se encuentra en la destrucción de Gaza o en la imposición de un orden militar, sino en la creación de un Estado palestino viable, independiente y soberano, que pueda coexistir con Israel en paz. Sin este reconocimiento, cualquier intento de resolver el conflicto será solo una tregua temporal, un respiro en una guerra interminable.
En conclusión, independientemente de los altibajos de Hamás o de las victorias y derrotas en el campo de batalla, el conflicto no terminará hasta que se logre una solución que respete los derechos del pueblo palestino. Cualquier otra solución solo pospondrá lo inevitable y mantendrá viva la llama de la resistencia.
08/04/2025
Abdelhalim ELAMRAOUI