En el palacio El Mouradia de Argel, donde los ecos de la colonización y la guerra de independencia aún reverberan en los pasillos, el presidente Abdelmadjid Tebboune recibió esta semana al ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot. El encuentro, descrito por Le Figaro como “intenso y sincero”, buscaba relanzar el diálogo bilateral tras ocho meses de crisis diplomática. Pero detrás de los apretones de manos y las promesas de cooperación, persiste una pregunta incómoda: ¿es este un nuevo capítulo de esperanza o simplemente un guion repetido?
Los acordes de una partitura conocida
La visita de Barrot, rápida pero cargada de simbolismo, abordó temas clásicos en la relación franco-argelina: seguridad, migración, economía y el siempre espinoso “archivo de la memoria”. Se anunció el reinicio de la cooperación entre servicios de inteligencia, un diálogo estratégico sobre el Sahel y la reactivación de la comisión mixta de historiadores, que incluye al francés Benjamin Stora, autor de un polémico informe sobre la colonización. Hasta aquí, todo parece un remake de gestos ya vistos.
“Todo esto suena familiar. Ojalá esta vez se traduzca en acciones concretas”, admitió con escepticismo un funcionario galo a Le Figaro. No es para menos: en 2022, Macron regresó de Argel entusiasmado con una “asociación renovada”, pero los avances se diluyeron como azúcar en té argelino. ¿Qué garantiza que ahora sea diferente?
Migración, negocios y el fantasma del pasado
El eufemismo “movilidad” —término que esconde el espinoso tema de la repatriación de migrantes argelinos irregulares— volvió a la mesa, junto a ambiciosos proyectos económicos en agroindustria y transporte marítimo. El sector privado francés prepara su desembarco: en mayo, el poderoso MEDEF recibirá a empresarios argelinos, mientras la comisión económica mixta (COMEFA) se reunirá antes del verano.
Pero el verdadero termómetro de esta relación sigue siendo el pasado. Argelia exige gestos tangibles: acceso a archivos coloniales, reconocimiento de crímenes y, quizás, disculpas. La comisión de historiadores, cuyo trabajo se reanuda tras años de parálisis, avanza entre tensiones. Lahcen Zeghidi, copresidente argelino del grupo, fue claro: “Vamos a París a recuperar archivos, no a negociar”.
Grietas bajo la fachada
La reconciliación se asienta sobre arenas movedizas. Dos factores la amenazan:
- La cuestión del Sáhara: La crisis de 2024-2025, desatada por diferencias sobre este territorio, sigue latente. Barrot y Tebboune dedicaron “tiempo prolongado” al tema, pero Francia —que presidirá el Consejo de Seguridad de la ONU en abril— enfrenta un dilema insoluble: su apoyo histórico a la iniciativa marroquí, que aboga por una autonomía bajo soberanía de Rabat, choca frontalmente con la posición argelina, firme defensora de un referéndum de autodeterminación saharaui. Un abismo que, pese a los esfuerzos diplomáticos, parece imposible de cerrar. París insiste en equilibrar su realpolitik con Marruecos —aliado estratégico en seguridad y energía— y las demandas argelinas, pero cada gesto hacia uno revive los recelos del otro. La tensión, como un guion repetido, se mantiene entre líneas.
- Juegos de sombra en París: Mientras Macron intenta apaciguar, la derecha francesa (tanto Les Républicains como la extrema derecha) sigue azuzando tensiones. La recepción en el Senado francés a Ferhat Mehenni, líder del Movimiento por la Autodeterminación de Cabilia (MAK) —considerado terrorista por Argel—, fue un misil en pleno deshielo.
¿Hacia una nueva normalidad?
El mayor desafío es sincronizar expectativas. París habla de “asociación entre iguales”; Argelia, de “deber de memoria”. Mientras, actores externos —como la próxima visita del ministro del Interior francés a Marruecos— podrían dinamitar lo ganado con un comentario desafortunado.
La metáfora perfecta de esta relación la ofrece la comisión de historiadores: Francia busca diálogo; Argelia, restitución. Dos visiones de un mismo pasado que chocan como placas tectónicas. Cada gesto de acercamiento se topa con viejos rencores.
El peso de la historia
En 1962, los Acuerdos de Evian sellaron la independencia argelina tras 132 años de colonización. Sesenta años después, ambos países siguen prisioneros de esa historia. Cada reconciliación parece un intento por escribir un final alternativo a una novela cuyos capítulos se repiten: promesas, desencuentros, crisis.
¿Podrán Francia y Argelia bailar un tango que no sea el de la desconfianza? El ritmo lo marcarán no solo los discursos en El Mouradia o el Elíseo, sino gestos concretos: archivos devueltos, inversiones reales, silencio diplomático cuando sea necesario. Mientras, el público —tanto en Orán como en Orleans— observa, esperando que esta vez la música no se detenga abruptamente.
Mohamed BAHIA
07/04/2025









