En el laberinto del conflicto palestino-israelí, cada guerra escribe su propio código de violencia. Tras el fracaso de las ofensivas militares y el bloqueo humanitario, Tel Aviv ha desplegado una tercera fase: la guerra del desarraigo. No se trata de tanques ni bombas, sino de una maquinaria burocrática fría, diseñada para cortar el vínculo sagrado entre un pueblo y su tierra. El Sinaí egipcio emerge como el nuevo tablero geopolítico donde Israel busca reescribir el destino de Gaza, bajo el eufemismo de una «migración voluntaria».
La Ingeniería del desplazamiento
El gobierno de Netanyahu ha institucionalizado la expulsión. En noviembre de 2023, el Ministerio de Defensa israelí anunció la creación de una Dirección de Traslado Voluntario, un órgano interministerial que coordina logística, propaganda y financiamiento para vaciar Gaza. La estrategia incluye rutas terrestres, marítimas (vía el puerto de Ashdod) y aéreas (desde el aeropuerto Ramon), evitando el cruce de Rafah para reforzar la narrativa de soberanía israelí sobre el enclave. Según declaraciones del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, Estados Unidos ya negocia con terceros países para absorber a los desplazados.
El plan no es improvisado. Think tanks como el Instituto de Washington, con figuras como Robert Satloff, argumentan que el 75% de los gazatíes son «refugiados sin conexión legal» con Gaza, aprovechando su registro en la UNRWA desde 1948. Una narrativa que ignora décadas de arraigo generacional y reduce la identidad a un estatus administrativo.
El Doble Juego de Washington
La visita de Netanyahu a Washington en diciembre de 2023 marcó un punto de inflexión. Diplomáticos como Dennis Ross, histórico mediador en Oriente Medio, han insinuado que el éxodo de 100,000 palestinos a Egipto es un fait accompli, mientras cuestionan abiertamente su derecho al retorno. El respaldo estadounidense no solo es político: se traduce en presión a países árabes para normalizar el desplazamiento y en fondos millonarios para su logística.
Paralelamente, think tanks afines lanzan campañas para presentar el éxodo como una «solución humanitaria». Satloff, en un artículo del 7 de enero, sugiere que reubicar al 40% de Gaza «voluntariamente» podría reconciliar las visiones enfrentadas sobre la reconstrucción. Una lógica perversa: convertir la desesperación en consentimiento.
Egipto: La contranarrativa bajo asedio
Frente a esto, Egipto defiende un plan de reconstrucción in situ, comenzando por el sur de Gaza y permitiendo el retorno gradual de los habitantes. Una propuesta que demuestra que el desarrollo y la permanencia no son excluyentes. Sin embargo, Israel ha intensificado el bloqueo: cortes de electricidad, agua y ayuda humanitaria asfixian no solo a la población, sino a cualquier proyecto de estabilidad.
La marginación de El Cairo no es casual. Al seducir a capitales árabes como Abu Dabi y Riad, Israel busca debilitar el rol egipcio no solo en Gaza, sino en Siria, Líbano y el Cuerno de África. La ecuación es clara: sin Egipto como guardián del Sinaí, el desplazamiento se normaliza.
La farsa de lo «voluntario»
¿Cómo hablar de voluntad bajo ocupación? La Corte Internacional de Justicia ha reiterado que el desplazamiento forzado viola el derecho internacional. Pero aquí, la coerción es sutil: se destruyen hospitales, se envenenan acuíferos, se borran mapas. Como escribió el poeta palestino Mourid Barghouti: «El exilio no es solo salir de un lugar. Es que ese lugar salga de ti».
Conclusión: Memoria contra olvido
La guerra del desarraigo no busca solo tierra: busca borrar una identidad. Cada palestino expulsado es una raíz arrancada, un archivo quemado. Frente a esto, la comunidad internacional enfrenta una prueba moral: ¿Permitirá que Gaza se convierta en un eco sin gente, o recordará que, como escribió Eduardo Galeano, «la utopía está en el horizonte, pero para alcanzarla, hay que caminar»?
La respuesta definirá no solo el futuro de Palestina, sino la credibilidad de un orden global que dice defender los derechos humanos. Mientras, en Gaza, el reloj corre entre escombros y maletas.
13/03/2025









