El regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos inaugura una nueva etapa en las relaciones con Marruecos, cargada de expectativas, pero también de interrogantes. La convergencia de intereses estratégicos en temas como el Sáhara y la estabilidad del Sahel abre un abanico de posibilidades para la cooperación bilateral, aunque la imprevisibilidad de la política exterior de Trump y las tensiones comerciales globales añaden un factor de incertidumbre.
La decisión de Trump, durante su primer mandato, de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara marcó un hito en la relación bilateral. Este respaldo, junto con la promesa de abrir un consulado estadounidense en Dajla, consolidó la alianza entre ambos países. Sin embargo, la apertura del consulado sigue pendiente, y su concreción durante este segundo mandato se percibe como una prueba de fuego para la continuidad de este apoyo. El nombramiento de Marco Rubio como Secretario de Estado, conocido por su firme defensa de la causa marroquí y su postura crítica hacia Argelia, podría dar un nuevo impulso a esta cuestión. Sus previas declaraciones instando a sanciones contra Argelia por sus vínculos militares con Rusia, añaden un elemento de presión a la compleja ecuación geopolítica regional.
La creciente inestabilidad en el Sahel convierte a Marruecos en un socio estratégico para Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo y la contención de la influencia rusa y china en la región. La propuesta marroquí de facilitar el acceso marítimo a los países sin litoral del Sahel a través del puerto de Dajla se alinea con los intereses estadounidenses al promover el desarrollo económico y la estabilidad regional, a la vez que ofrece una alternativa a la creciente presencia china en la zona. Esta iniciativa se enmarca en una estrategia más amplia de cooperación en materia de seguridad, donde Marruecos se perfila como un aliado clave para Estados Unidos en una zona cada vez más volátil.
No obstante, la política exterior de «America First» de Trump prioriza los intereses nacionales de Estados Unidos, lo que introduce un elemento de incertidumbre en la relación bilateral. Si bien durante su primer mandato se mostró favorable a los intereses marroquíes, no hay garantías de que esta postura se mantenga inalterable. Las presiones internas, las fluctuaciones en el escenario internacional y las propias contradicciones de la administración Trump podrían afectar el curso de la alianza.
El factor económico también juega un papel crucial. La renovación del African Growth and Opportunity Act (AGOA) en 2025 se presenta como un desafío, especialmente en un contexto de creciente proteccionismo y competencia comercial entre Estados Unidos y China. Marruecos, como beneficiario del AGOA, busca mantener una relación comercial fluida con Estados Unidos sin comprometer sus lazos con otros socios comerciales, lo que requerirá de una diplomacia hábil para navegar las tensiones comerciales globales.
En definitiva, el regreso de Trump a la Casa Blanca abre un nuevo capítulo en las relaciones entre Marruecos y Estados Unidos, plagado de oportunidades y desafíos. La convergencia de intereses estratégicos en temas clave como el Sáhara y la seguridad en el Sahel sienta las bases para una cooperación reforzada, pero la volatilidad de la política internacional y las tensiones comerciales globales exigen una gestión prudente y estratégica por parte de ambos países. El futuro de esta alianza dependerá, en gran medida, de la capacidad de Marruecos para equilibrar sus intereses nacionales con las prioridades de la administración Trump en un contexto geopolítico cada vez más complejo.
20/01/2025