Mañana se cumplirán justamente tres décadas, desde que Marruecos impuso visados a los ciudadanos argelinos que deseaban entrar en el país (el 27 de agosto de 1994). Esta decisión provocó una respuesta drástica por parte de Argelia, bajo el liderazgo de Liamine Zeroual, que cerró su frontera con el reino de Hassan II, y nunca más la volvió a abrir, tal y como confirma Jeune Afrique en su última editorial.
Tras más de dos décadas de esta decisión, a finales de agosto de 2021, en un mes que parece marcado por un fatídico destino para el Magreb, Argelia, dirigida por Abdelmadjid Tebboune, oficializó la ruptura definitiva al cortar sus relaciones diplomáticas con el Reino, bajo el mando de Mohammed VI. Desde ese momento, las relaciones entre ambos países, que alguna vez compartieron lazos fraternales, se encuentran en un callejón sin salida, a pesar de los reiterados llamados del soberano marroquí para retornar a la normalidad.
Históricamente, tal y como señala la mencionada revista, la ruptura por parte de Argelia es vista como una aberración, ya que las relaciones entre los dos pueblos fueron solidarias y fraternales. Desde el apoyo del sultán alauita Moulay Abderrahmane a la lucha del emir argelino Abdelkader contra la colonización francesa, hasta la postura del rey Mohammed V durante la guerra de Argelia, los lazos entre Marruecos y Argelia parecían inquebrantables.

Sin embargo, en 1963, la guerra de las Arenas marcó el primer conflicto fratricida entre ambos países, una guerra que Marruecos ganó militarmente y Argelia diplomáticamente. Esta crisis, nunca resuelta, dejó cicatrices profundas en los líderes actuales, Abdelmadjid Tebboune y el general Saïd Chengriha, quienes tenían apenas 18 años en ese entonces. De hecho, la percepción marroquí de no haber recibido reciprocidad por su apoyo durante la lucha de liberación argelina alimentó una concepción de la nacionalidad radicalmente opuesta entre ambos países: una monarquía de más de mil años contra una república de apenas sesenta.
“El conflicto sobre la descolonización del Sáhara Occidental no es la causa de la profunda discordia entre Marruecos y Argelia, es la consecuencia”; de este modo lo confirmaba François Soudan en su última publicación en Jeune Afrique, añadiendo que la posición del Reino en este conflicto es existencial, ya que cualquier abandono de las denominadas «Provincias del Sur» pondría fin a la monarquía. Por su parte, continúa señalando, para la diarquía político-militar en Argelia, este conflicto justifica los elevados gastos militares y su posición central en el poder.
Con esto, la relación entre Marruecos y Argelia, que alguna vez fue fraternal, se ha transformado en una enemistad profunda y estructural. El conflicto por el Sáhara, aunque crucial, es solo una manifestación de tensiones más profundas que se remontan a décadas de desconfianza y rivalidad. Así pues, mientras ambos países perciban este tema como imprescindible para su supervivencia, la posibilidad de reconciliación seguirá siendo lejana.
Ciertamente, esta prolongada enemistad no solo ha dividido a dos naciones vecinas, sino que también ha dejado cicatrices profundas en las generaciones presentes y futuras, que lamentablemente han heredado un legado de desconfianza y prejuicios. Como resultado, el Magreb sigue atrapado en un conflicto que, en última instancia, solo beneficia a quienes se aferran al poder en ambos lados de la frontera, concluye a este respecto Soudan.
26/08/2024









