Hoy, en el Día Mundial del Medio Ambiente, António Guterres, secretario general de la ONU, ha emitido una fuerte declaración sobre la necesidad urgente de que los países restauren las tierras y ecosistemas degradados. Este llamado se produce en un momento crítico, pues la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación reporta que hasta el 40% de las tierras del planeta están degradadas, una situación que afecta directamente a la mitad de la población mundial. Guterres ha destacado los efectos devastadores de la degradación del suelo, que incluyen la pérdida de cosechas, desaparición de fuentes de agua, y el debilitamiento de las economías, impactando gravemente a las comunidades más vulnerables.
Durante su discurso, Guterres describió un «ciclo mortal» en el que la degradación del suelo contribuye al cambio climático, lo que a su vez acelera la desertificación. Este proceso está exacerbado por una «combinación tóxica de contaminación, caos climático y eliminación de la biodiversidad», que transforma tierras productivas en desiertos y zonas prósperas en muertas. El uso del suelo es responsable del 11% de las emisiones globales de dióxido de carbono, y las sequías, que han aumentado un 29% en duración y frecuencia desde el año 2000, podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial para 2050 si no se actúa de inmediato.

En respuesta a estos desafíos, Guterres ha urgido a los países a cumplir con sus compromisos internacionales, como el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, y a definir acciones concretas en sus planes nacionales de adaptación climática para detener y revertir la deforestación de aquí a 2030. También destacó la rentabilidad de las inversiones en restauración de ecosistemas, señalando que «cada dólar invertido en restauración puede generar hasta 30 dólares en beneficios económicos», haciendo un llamado a aumentar significativamente la financiación para apoyar a los países en desarrollo.
Además, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alertó sobre las consecuencias directas de la degradación del suelo en la seguridad alimentaria y del agua, que están provocando migración y desplazamiento masivo. Según proyecciones del Banco Mundial, sin una acción climática y de desarrollo temprana y concertada, más de 216 millones de personas podrían convertirse en migrantes climáticos internos en 2050. La OIM insta a todas las partes interesadas a reconocer y abordar la crisis climática con soluciones concretas y a largo plazo para quienes están siendo desplazados, así como para aquellos que desean migrar o permanecer en sus lugares de origen. Con estas declaraciones, Guterres y las agencias asociadas buscan movilizar a la comunidad internacional hacia un futuro más sostenible y resiliente.
5/6/2024