
En Andalucía conocemos la sequía. Pero pocas veces lo hemos visto llegar tan temprano. En Bélmez, cerca de Córdoba, hay preocupación. Los habitantes observan que sus reservas de agua disminuyen día a día. El embalse que alimenta al pueblo ya está casi seco, a menos del 15% de su capacidad, cuando comienza el verano. Todos piden un trasvase urgente desde otra cuenca embalsada situada más lejos en la provincia.
“No llueve y seguimos consumiendo agua como si tuviéramos demasiada”, dijo a «Lesechos.fr» Julio Barea, de Greenpeace España. Este año, los dos fuertes episodios de calor temprano, en mayo y junio, redujeron las reservas más de lo habitual y todo el país está amenazado. Los embalses se acercan al verano al 46% de su capacidad, según el boletín hidrológico del Ministerio de Transición Ecológica, o 20 puntos menos que la media de los últimos diez años.
Tres cuartas partes del territorio español amenazado por la desertificación
¿Mejor gestión de recursos? Este es el gran reto de la Península Ibérica, que está especialmente expuesta al cambio climático, con tres cuartas partes del territorio en una zona seca especialmente amenazada por la desertificación. «En cierto modo, el problema es que estamos demasiado acostumbrados a las altas temperaturas y la sequía», dice Theo Oberuber, de la asociación Ecologistas en Acción. Solo cuando el agua del grifo se vuelve marrón, a la gente realmente le importa».
La falta de agua es un problema cíclico, pero una cosa es cierta, evitamos hablar demasiado de ello antes del verano para no asustar a los veraneantes. Sobre todo este año, cuando el país espera acercarse a los récords de afluencia turística de 2019, para finalmente poder superar el bache de dos veranos pandémicos. Aunque signifique soportar la presión de 83 millones de visitantes en un país de 47 millones de habitantes, sin quejarse de la cantidad de piscinas llenas, y terrenos de golf regados.
Un reciente estudio de un grupo de investigadores de la Universitat de les Islas Baleares (UIB), que comparó el consumo de agua en época normal y durante la pandemia, calcula que la actividad turística acapara el 25% del volumen de agua utilizada en el pequeño archipiélago, proporción que sube al 50% en las islas de Ibiza o Formentera.
Riego sobredimensionado
Pero si los ecologistas denuncian la presión urbana o industrial, los expertos señalan sobre todo el impacto del riego sobredimensionado y las extracciones ilegales de agua toleradas con demasiada facilidad por las administraciones locales. De hecho, la mayor parte del consumo de agua está relacionada con la agricultura, que absorbe alrededor del 70% del total.
“El problema actual es menos la falta de lluvia que la multiplicación de la demanda de agua”, explica Julia Rodríguez, directora técnica de la Fundación Cultura del Agua, que promueve un uso racional de los recursos. La modernización de las técnicas de riego, gracias al goteo, en particular, no ha tenido los efectos esperados, según ella. «Esto no supuso una reducción del consumo de agua sino una intensificación de la producción y un aumento de las superficies cultivadas», subraya, mientras buena parte de los olivares y viñedos, que hasta entonces se contentaban con el agua de lluvia, han cambiado al riego durante los últimos quince años.
06-07-2022