
23-09-2021
por: Abdelhak Najib – Escritor y periodista
Fue necesario otro alto consejo de seguridad nacional, otra cumbre de emergencia, otras negociaciones entre los generales de Argel en torno al presidente Abdelmajid Tebboune para anunciar con gran pompa, ante una audiencia de periodistas, con toda la ocasión ceremonial, el cierre del espacio aéreo entre Marruecos y Argelia.
Una decisión tan extrema como la tomada hace unas semanas de romper todas las relaciones diplomáticas con Rabat.
Se trata de una escalada que confirma la profundidad de la crisis entre los dos países vecinos y que ha adquirido proporciones belicosas y peligrosas desde que los Estados Unidos de América reconocieron oficialmente el carácter marroquí del Sáhara. Un desaire para Argel que se ve liberado por la primera potencia mundial, que se suma a la posición marroquí, apoyando la política de Rabat en la gestión del conflicto latente con el Polisario, financiado y guiado a distancia por la junta militar en el poder en Argelia.
Se trata, por tanto, de una reacción acalorada, extrema e ilógica por parte de un régimen al borde de la implosión, que arroja toda la responsabilidad del caos que atraviesa sobre el vecino marroquí, acusado de todos los males, llegando a culparlo de los incendios forestales que asolaron Argelia este verano.
Repetidas acusaciones que demuestran cuánto está a raya el poder argelino, arrojadas por todos lados y desatadas por las grandes potencias que ven en él un peligro cada vez mayor para la estabilidad de toda la región del Magreb y Sahel, abriendo la puerta a todas las inclinaciones terroristas que abundan en este suave vientre de África.
Hoy, esta decisión de cerrar el espacio aéreo con Marruecos puede esconder otras intenciones que no auguran nada bueno para el futuro entre los dos países. Asunto a seguir.