04-09-2021
por: Soufiane Ben Lazaar
En Marruecos, las próximas elecciones representan un verdadero examen para el avance democrático del país, después de décadas de experimentos gubernamentales llevados a cabo desde el reinado de Hassan II, que no han logrado dejar una huella positiva en la conducción de los asuntos del país.
En 1998, el Gobierno de «alternancia democrática» líderado por Abderrahman Youssoufi (Unión Socialista de Fuerzas Populares – USFP), formación que había surgido al frente de las elecciones del año anterior, cuyo objetivo declarado fue asegurar la transición democrática, logrando en el comienzo del reinado de Mohammed VI, algunos avances sociales, pero muy criticado por la represión de la libertad de prensa, acabando así con el sueño de un Marruecos plenamente democrático, dando paso a continuación a un Gobierno de tecnócratas en 2002.
A la luz de este nuevo Gobierno, la estrategia adoptada fue la aceleración de la apertura del país e impulsar una reforma social con la adopción en 2004 de un nuevo código de familia que establece, una mejor igualdad entre hombres y mujeres.
Los equilibrios en el mundo Árabe cambiarían tras el estallido de la Primavera Árabe, y Marruecos no quedaría excluido de este fenómeno, aunque con menos repercusión y sin tener que lamentar perdidas humanas.
Después de una reforma constitucional en 2011 a raíz de los cambios geopolíticos en la región, los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) aprovecharon la situación a base de eslóganes sensacionalistas ganando así las elecciones legislativas de ese mismo año, quien pondrá “a la oposición en el poder”. Y consolidándose en las elecciones legislativas de 2016, al frente de una coalición heterogénea, que incluye al USFP y el partido de derecha liberal (Concentración Nacional de Independientes – RNI)
El historial de diez años en el poder del PJD es bastante magro. Ciertamente podemos señalar que Marruecos, durante estos años, continuó, gracias en particular a importantes inversiones extranjeras, el ascenso de su sistema productivo en la cadena de valor internacional, y claramente mejoró sus equilibrios macroeconómicos.
Mientras a la gestión de los islamistas a los asuntos del país, hay quien considera que el partido ha frenado la marcha de Marruecos hacia la modernidad, poniéndose en contra de varias reformas progresistas.
Son muchas las discrepancias del entorno político en el país con el PJD, en el que destacamos tres grandes puntos, a saber, la oposición durante seis años sobre la reforma del código penal (especialmente la despenalización del aborto), que aún no se ha aprobado. La vuelta de las relaciones de Israel con Marruecos causó división en el PJD. También, el PJD fue el único grupo que se opuso a la legalización, este año, del cannabis para uso terapéutico, pero sin efecto, ya que la ley fue aprobada por el Parlamento.
Con respecto a la participación e influencia política de los partidos y en vista de estas experiencias de gobierno en Marruecos en los últimos 23 años, se nota que la influencia de los partidos que forman el gobierno se reduce – y a veces incluso es negativa – ya que la mayoría de los Ministros y Ministerios se preocupan por hacer lo mínimo por no molestar y mantenerse en el puesto.
Para concluir, es menester subrayar que la mentalidad marroquí en el proceso de las elecciones tiene que ser destinado a consolidar la legitimidad y velar por la ciudadanía, y no para favorecer intereses personales y hacer de este modo perder otros 5 años de oro.