
12-08-2021
por: Yassine Alia – Analista económico – Miembro del Movimiento «Maan».
Traducido por: Khadija Taouil
En Marruecos, se mezclan las pertenencias, las identidades y los orígenes dando lugar a los amazighe, los africanos y los moriscos. De estos orígenes nacen las tribus según las regiones y se entremezclan las familias. Las pertenencias tienen sus repercusiones sociales y clasificaciones que difieren entre un ciudadano con derechos y obligaciones completos y otro privado de esta calificación por tribalismo y las tradiciones relativas a este tipo de ciudadanos que le califica de intruso para la estructura a pesar de compartir puntos comunes a nivel de la religión la lengua y la pertenencia a la misma patria.
Si Marruecos del siglo 21 ha recurrido un gran camino en priorizar la ciudadanía y la pertenencia a la patria a través de los matrimonios entre los diversos orígenes, la expansión de las relaciones multirraciales, el cambio de la actividad económica y la urbanización con el aumento de las actividades civilizadas, así como el ascenso de los niveles de la enseñanza, la carga histórica aún lleva las consecuencias de un pasado inmerso en los conflictos de sangre y venganza.
Este articulo viene tras una charla con uno de los marroquíes huidos del infierno de la guerra en Libia y un largo diálogo con el padre sobre un conflicto tribal histórico que vivieron las tribus de Bani Sabaa. El enlace entre ambas conversaciones es el concepto de la lealtad a la tribu que consolida su estructura de incubadora.
El amigo que vivió y creció en Libia hasta el año 2019, y trabaja sobre las cuestiones de la paz ahí cuenta que el factor determinante en la guerra no tiene relación con las posturas políticas, los conflictos de los revolucionarios, la vuelta de la contrarrevolución o la guerra contra los hermanos musulmanes, sino que se debe a la lealtad tribal que precede la clasificación ideológica.
Libia no pudo salir de la estructura tribal que duró largos siglos, lo que hizo de las tribus, los clanes y las pertenencias unos espacios regionales que se pelean para conservar sus lealtades sin llegar a fusionarse en la patria unida Libia.
Por otra parte, el padre cuenta las consecuencias de la gobernación de hierro y fuego dirigida por el Caid Ibrahim El Mattouki tras su padre en la tribu Bani Sabaa. A ello se añade el gran número de víctimas de los jóvenes del pueblo, sabiendo que la memoria oral aún relata historias del sufrimiento y opresión que vivía la tribu durante décadas. El padre todavía guarda recuerdos de estas historias; ya que es un experto en la genealogía, la historia y las personalidades de la región. En cambio, insiste en que sus historias se limitan a una categoría breve y que la sinergia que conoció Marruecos y nuestra zona como parte de esta transformación social ha eliminado relativamente aquella enemistad histórica entre ambas tribus de la memoria colectiva.
La estabilidad entre las dos realidades tribales de los ejemplos citados revela la gran diferencia entre dos tribus siendo semejantes durante un medio siglo. No obstante, la realidad tribal marroquí experimentó una descomposición a niveles diferentes dependiendo de las zonas y los medios geográficos. Mientras que, la tribu libia guardó los roles del liderazgo tribal en la estructura de la sociedad pese a la urbanización y el boom petrolero.
Durante el mandato de Muamar el Gadafi, el Estado Libio no sólo invirtió en la estructura tribal, la alimentó y la cuidó, sino que había basado sus políticas sobre la polarización tribal.
Por el contrario, el poder o el Majzén durante el periodo postcolonial desempeñó un papel crucial en la decadencia de la polarización tribal. De esta manera, las autoridades en Marruecos salieron de su forma antigua a pesar de conservar la misma estructura territorial, transformando el Majzén anteriormente atribuido a la tribu en una administración que pertenece a la administración central moderna, lejos de los criterios tribales. Además de poner en marcha mecanismos para legalizar el poder de los líderes tribales y someter los miembros de las agrupaciones tribales al poder del Estado Moderno. Esta opción del Estado no evita seguir con la lógica de los fieles lejos del concepto moderno y democrático del ciudadano. Los espacios rurales registran un legado de sumisión al poder del Majzén en su forma antigua que se ha convertido en un sometimiento a su forma moderna.
Son varios los factores que han contribuido a la consolidación del poder renovable del Majzén, entre los cuales se destaca la estructura rural de la población de Marruecos que se ha desarrollado progresivamente hacia una población urbana que no tiene el mismo pasado tribal en comparación con los campesinos; que por su parte anhelan conseguir la etiqueta de la ciudadanía moderna basada en los derechos y las obligaciones.
La modernización de la autoridad no es una mera reconstrucción del poder sino una reformulación del mapa de la distribución del poder y una minimización del rol de la tribu a fin de establecer un Estado que ha conservado las mismas tradiciones majzeníes con un cambio en su esencia encuadrándolas en una jerarquía administrativa que se adecua con la necesidad de instalar un Estado de instituciones.
Todo democrático no tiene más remedio que adoptar la lealtad al Estado Nacional, y abogar por la pertenencia a la patria por encima de todas las razas; los cuales no se puede, de cualquier forma, eliminarlas. Pero, observamos que aún tropiezan los pasos de la transición hacia un estado de instituciones, dados los criterios de la estructura democrática real.
La decadencia de la autoridad de la tribu y la disolución de los elementos raciales en el marco de la ciudadanía y la pertenencia unificada a la patria no significa completar el proceso de la transición a un verdadero Estado institucional que refleja las opciones de los ciudadanos mediante las urnas. Cosa que se puede observar mediante la transformación del tribalismo en partidismo; y es un tema al cual merece la pena dedicar otro artículo.