En un contexto internacional cada vez más atento a los equilibrios del norte de África, Dakar ha vuelto a ocupar el centro de la escena diplomática. El gobierno de Senegal celebró como “histórica” la adopción, el pasado 31 de octubre, de la Resolución 2797 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que reafirma la preeminencia del plan de autonomía marroquí como vía seria y duradera para resolver el contencioso en torno al Sáhara. El apoyo senegalés llega, además, en un momento en que Marruecos refuerza su red de alianzas africanas y busca transformar su influencia regional en legitimidad internacional.
El anuncio fue hecho público este lunes en Rabat, tras un encuentro entre el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, y su homólogo senegalés, Cheikh Niang, titular de Integración Africana y de los Senegaleses en el Exterior. El tono del comunicado conjunto no deja lugar a dudas: Senegal reitera su apoyo firme e incondicional a la integridad territorial de Marruecos y considera que el plan de autonomía presentado por Rabat sigue siendo “la única base creíble y realista” para una solución política.
Esta postura no sorprende —Dakar lleva años adoptando una línea constante en defensa de la propuesta marroquí—, pero adquiere ahora un peso especial. La resolución del Consejo de Seguridad fue aprobada tras intensos debates y se interpreta como un reconocimiento diplomático del enfoque marroquí: ofrecer autonomía bajo soberanía nacional, frente a las narrativas del referendo o la secesión.
Marruecos ha reforzado su influencia en África occidental mediante una diplomacia cercana, inversiones directas y una visión de cooperación sur‑sur que se aleja del paternalismo clásico. El apoyo de Senegal, país considerado uno de los ejes políticos y económicos de África francófona, consolida el bloque de naciones africanas que respaldan abiertamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Este apoyo no es solo político: en abril de 2021, Dakar inauguró su Consulado General en Dajla, gesto de gran simbolismo diplomático que marcó una etapa en la normalización institucional del Sáhara.
Durante la rueda de prensa conjunta, Bourita agradeció el respaldo senegalés y subrayó “la comprensión profunda que Senegal tiene sobre las implicaciones de este expediente, tanto para la estabilidad regional como para el proceso de integración africana”. Más allá de las declaraciones, el encuentro recreó la imagen de un eje Rabat‑Dakar que, en los últimos años, ha sabido combinar pragmatismo y lealtad política.
La Resolución 2797 no cierra el capítulo del Sáhara, pero sí redefine los márgenes del debate. Entre los aliados africanos, Marruecos aparece como un actor consolidado que combina firmeza territorial con una diplomacia activa. El gesto senegalés —constante, calculado, leal— confirma algo más que un alineamiento estratégico: es la señal de que la arquitectura africana del siglo XXI ya no se construye en los despachos de las potencias extranjeras, sino en las capitales del propio continente.
10/11/2025









