Washington se vistió de gala este fin de semana para celebrar el 50º aniversario de la Marcha Verde, aquel episodio que marcó la historia contemporánea de Marruecos con una mezcla singular de fervor patriótico y visión de futuro. En la residencia diplomática marroquí, a pocos pasos de los centros de poder estadounidense, una nutrida representación de la comunidad marroquí residente en Estados Unidos se reunió en torno a una ceremonia que fue, más que un acto conmemorativo, una afirmación de identidad y una declaración de confianza en el porvenir.
La velada —que incluyó la proyección de un documental evocador sobre los orígenes, el desarrollo y las implicaciones actuales de la Marcha Verde— no se limitó a la nostalgia. Bajo la dirección del embajador Youssef Amrani, el evento se convirtió en una lectura contemporánea de medio siglo de política exterior marroquí, en la que la cuestión del Sáhara sigue ocupando un lugar central.
Amrani subrayó que la visión impulsada por el rey Mohammed VI ha transformado la diplomacia del Reino en un instrumento de estabilidad, apertura y alianzas renovadas. La reciente resolución 2797 del Consejo de Seguridad de la ONU —definida por el diplomático como un “punto de inflexión histórico”— refuerza la iniciativa marroquí de autonomía como la única vía política seria y viable para superar un diferendo que, más que geográfico, ha sido simbólico de la proyección soberana del país.
El embajador destacó también el respaldo creciente de la comunidad internacional, visible tanto en el número de países que han abierto consulados en El Aaiún y Dajla como en la confianza que inversionistas —especialmente estadounidenses— depositan en el potencial económico del Sáhara. En sus palabras, “la fuerza de la diplomacia marroquí radica hoy en su credibilidad y en la coherencia de una estrategia que combina firmeza territorial y apertura global”.
Pero el tono de la noche no fue sólo político. Amrani reivindicó el papel esencial de los marroquíes residentes en Estados Unidos, a quienes describió como “primera línea de la diplomacia ciudadana”. Ellos, dijo, encarnan el puente cultural que une a Marruecos con América del Norte: una comunidad que conjuga orgullo patrio con dinamismo profesional, que lleva su identidad con la naturalidad de quien pertenece a dos mundos sin fronteras interiores.
A medio siglo de aquella marcha de miles de personas sobre las arenas del desierto, Washington fue escenario de otra marcha —esta vez simbólica— hacia el futuro. Una marcha que no se mide por kilómetros recorridos, sino por la madurez diplomática de un país que ha convertido su historia en horizonte.
10/11/2025









