El Aaiún no fue, aquel domingo de noviembre, simplemente una ciudad más en el Sáhara. Fue un símbolo. En los muros luminosos de la Cité des Métiers et des Compétences, un grupo de embajadores africanos vio más que un centro educativo: contempló una estrategia continental en movimiento, la materialización de un sueño donde la cooperación se enseña, se aprende y se practica en talleres perfectamente equipados.
La ocasión no era menor. Con motivo del cincuentenario de la Marcha Verde, el encuentro se consagró a un tema que suena casi profético: “El Aaiún, polo emergente de la educación y la cooperación africana en los oficios del futuro”. Más que un lema ceremonial, fue un diagnóstico lúcido. Marruecos, guiado por la Visión Real en materia de formación profesional, ha convertido el Sáhara en laboratorio vivo de integración africana.
Durante la visita —organizada por la Fundación Diplomática— los representantes de Benín, Camerún, Guinea-Bisáu y la República Democrática del Congo inspeccionaron las aulas donde cientos de jóvenes aprenden desde ingeniería industrial hasta técnicas agrícolas sostenibles. Allí, entre simuladores y pizarras digitales, se ejerce una solidaridad práctica: la de formar jóvenes africanos no para que admiren un modelo, sino para que lo reproduzcan y reinventen en sus países.
El profesor Driss Bettache, responsable de los partenariados africanos del OFPPT, lo expresó con números que tienen alma: más de 1.200 estudiantes de 36 países africanos cursan hoy su formación en los centros marroquíes; desde 2005 han pasado 9.570, y casi un millar de formadores africanos han perfeccionado aquí sus competencias. Tras las cifras, una idea clara: el conocimiento es la moneda más fuerte de la cooperación Sur-Sur.
Para Mohamoudou Youssoufou, embajador camerunés y decano del cuerpo diplomático en Rabat, la historia tiene su propia coherencia. Cada año, explicó, una veintena de jóvenes de su país cruza el Sahara para formarse en el Reino, en un ejemplo de colaboración que mezcla pragmatismo y visión. “Lo que se aprende en Marruecos, se multiplica en África”, comentó con una sonrisa que sonaba a proverbio.
Abdelati Habek, presidente de la Fundación Diplomática, subrayó que esta iniciativa no pretende solo mostrar infraestructura, sino una filosofía: el desarrollo como resultado de tres motores inseparables —educación, innovación y formación—. Esa tríada, aplicada con constancia, ha transformado progresivamente el Sáhara en un nodo de conocimiento y un puerto abierto a África.
Durante tres días, los diplomáticos recorrieron universidades, facultades de medicina e institutos agrícolas vinculados a la Universidad Mohammed VI Politécnica. Lo que vieron no fueron promesas, sino obras: proyectos que ya laten, redes que ya conectan, aulas donde el porvenir africano pronuncia su propio acento.
Al concluir la visita, la delegación coincidió en una impresión común: el Sáhara ya no es frontera, sino horizonte. Un espacio donde el desarrollo no se describe en informes, sino que vibra en cada laboratorio, en cada aula, en cada joven que ensaya su oficio con la convicción de estar construyendo el futuro de un continente.
En palabras que resumen el espíritu de la jornada: el Sáhara no es solo un territorio, sino una apuesta. Una apuesta por un África que se forma, se fortalece y, sobre todo, se reconoce a sí misma en la mirada de sus jóvenes aprendices.
10/11/2025









