Cincuenta años después de la Marcha Verde, Marruecos vive un 6 de noviembre distinto. No es solo la conmemoración de la mayor movilización civil de su historia, sino un momento en el que el país percibe que ha entrado en una fase decisiva del conflicto del Sáhara. El ambiente festivo de años anteriores, marcado por la reivindicación y la espera, ha dado paso en 2025 a un tono de logro palpable, casi de cierre de ciclo.
La resolución 2797 aprobada por el Consejo de Seguridad el pasado 31 de octubre, que toma como base el plan de autonomía marroquí para renovar el mandato de la MINURSO, ha confirmado para la sociedad marroquí que el tablero internacional se ha inclinado claramente hacia Rabat.
La conmemoración de la Marcha Verde remite a 1975, cuando 350.000 marroquíes, siguiendo el llamamiento del Rey Hassan II, avanzaron de forma pacífica hasta el Sáhara para reivindicar la marroquinidad del territorio. Aquella movilización llegó semanas después de que el Tribunal Internacional de Justicia reconociera la existencia de vínculos jurídicos e históricos entre el Sáhara y Marruecos, desmontando la idea de que se tratara de un “territorio sin dueño”. En un contexto de agonía del franquismo, España no impidió la marcha, y a los pocos meses aprobó su propia ley de descolonización antes de retirar a sus últimos militares en 1976.
El simbolismo de aquella marcha dejó una profunda huella nacional, un país urbano y rural, joven y mayor, movilizado alrededor de una causa común. Con tiendas de campaña, banderas y gritos de unidad, la multitud atravesó las alambradas que separaban Marruecos de la colonia española. La operación no solo presionó a Madrid, sino que desembocó en la partición de facto del territorio y, más tarde, en un conflicto armado de 15 años entre Marruecos y el Frente Polisario, movimiento fundado en 1973 y apoyado desde entonces por Argelia.
Tras el alto el fuego de 1991 y el despliegue de la MINURSO, el conflicto quedó congelado durante décadas. Las discusiones sobre un referéndum de autodeterminación se estancaron, y la diplomacia internacional osciló entre la ambigüedad y la repetición de fórmulas que ya no ofrecían salidas realistas. La ruptura del statu quo llegó en 2020 con la crisis de Guerguerat, el retorno a las hostilidades de baja intensidad en la zona y el reconocimiento de Estados Unidos de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. A partir de entonces, Rabat redobló su acción diplomática, logrando apoyos estratégicos que antes parecían impensables.
Este esfuerzo ha culminado en la resolución 2797 del Consejo de Seguridad, con 11 votos a favor, ninguno en contra y tres abstenciones de Rusia, China y Pakistán. El texto marca un punto de giro, pues por primera vez, las grandes potencias no han bloqueado un enfoque basado explícitamente en el plan marroquí como solución realista y de compromiso. Que Rusia y China dejaran de vetar resoluciones son un producto de una diplomacia sostenida y de nuevos equilibrios geopolíticos en África y Oriente Medio.
La reacción en Marruecos ha sido inmediata. El Rey Mohammed VI calificó la resolución de “histórica” en un discurso extraordinario, invitando incluso al presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, a un “diálogo fraternal y sincero”. Un gesto inédito que revela la confianza con la que Rabat percibe la evolución del conflicto. Argelia, incómoda por su aislamiento diplomático y su intento de aproximarse a Estados Unidos, evitó votar en contra. Un detalle que para muchos anticipa un cambio en la postura argelina y una posible revisión de su apoyo al Polisario.
Los datos sobre el control territorial refuerzan la lectura de este momento político. En 2025, Marruecos administra cerca del 80% del Sáhara, incluida su zona más poblada y dotada de infraestructuras, mientras que el Polisario mantiene su presencia en áreas desérticas con escasa población. Esta realidad, combinada con el nuevo clima internacional, alimenta la sensación en la sociedad marroquí de que la cuestión territorial está entrando en su fase final.
Por eso, este 6 de noviembre de 2025 no se vive como un recuerdo melancólico de unidad nacional, sino como la celebración de un logro diplomático y político tangible. En la prensa y en las calles hay un sentimiento de “victoria silenciosa». Marruecos percibe que el mundo ha reconocido la solidez de su propuesta y que una solución definitiva es más probable que nunca. Medio siglo después de aquella marcha multitudinaria, el país celebra su historia pero ahora con el convencimiento creciente de que el plan de autonomía está más cerca de convertirse en realidad.
06/11/2025
María Angélica Carvajal









