En política, pocas cosas son tan reveladoras como un halcón que se ve obligado a hablar el lenguaje de las palomas. Benjamin Netanyahu, el eterno superviviente de la política israelí, se encuentra hoy en el centro de esa paradoja. Acorralado por la presión internacional, el clamor de las calles y el peso de sus propios demonios judiciales, el hombre que prometió una «victoria total» sobre Hamás ahora se presenta como el artífice de un plan de paz que, hasta hace una semana, parecía aborrecer. Es el último y más arriesgado acto de un líder que ha confundido durante mucho tiempo su destino con el de su nación.
La narrativa oficial, que Netanyahu expuso ante las cámaras el pasado sábado, es la de un estratega consumado. Según su versión, el plan de paz propuesto por la Casa Blanca de Donald Trump es el fruto de su doble estrategia: una presión militar implacable sobre Gaza y una diplomacia silenciosa y eficaz. Sin embargo, los pasillos de Washington susurran una historia muy diferente. El portal de noticias Axios, de fiabilidad contrastada, desvela una conversación en la que un exasperado Trump habría espetado a Netanyahu: «Siempre eres tan negativo. Esto es una victoria: ¡acéptala!».
Esa frase no es una anécdota; es el guion de la obra. Revela que Netanyahu no es el piloto, sino un pasajero en un vehículo diplomático conducido a toda velocidad desde Estados Unidos. Su aliado americano, irritado por los ataques israelíes en Doha y urgido por cerrar un conflicto que desestabiliza la región, le ha ofrecido un salvavidas que es, a la vez, un cáliz envenenado.
En casa, el relato del primer ministro se desmorona cada sábado por la noche en las plazas de Tel Aviv. Las familias de los rehenes, convertidas en la conciencia moral de un país traumatizado, no le agradecen a él. Sus pancartas son unánimes y directas: «Gracias Trump». Acusan a Netanyahu de haber saboteado negociaciones previas por un cálculo personal, temiendo que el fin de la guerra significara el inicio de su fin político.
Y es que su trono es cada vez más inestable. Aunque una encuesta reciente del diario Maariv todavía le otorga el favor del 51% frente a sus rivales, la tendencia es a la baja. El breve repunte de popularidad durante la «guerra de los 12 días» contra Irán se ha evaporado. Los israelíes están agotados por la guerra, indignados por el escándalo del «Qatargate» —que vincula a su entorno con sobornos cataríes— y, sobre todo, no perdonan la debacle de seguridad que permitió el ataque inicial.
Atrapado, Netanyahu se enfrenta a un acto de equilibrismo político casi imposible. Para aceptar el plan de paz —que incluye un alto el fuego, la liberación de rehenes, la retirada progresiva del ejército y el exilio de los líderes de Hamás— debe desafiar a los miembros más extremistas de su coalición de gobierno. Estos socios, que sueñan con la reocupación de Gaza, amenazan con dinamitar el ejecutivo si cede a lo que consideran una rendición.
Paradójicamente, su rescate podría venir de la bancada de enfrente. El líder de la oposición, Yair Lapid, le ha ofrecido una «red de seguridad» parlamentaria para aprobar el acuerdo, anteponiendo la unidad nacional y el regreso de los secuestrados a la pugna partidista. Aceptar esta ayuda significaría gobernar con el apoyo de sus adversarios, una humillación para un líder acostumbrado a imponer su voluntad.
Todo este drama se desarrolla con una espada de Damocles sobre su cabeza: la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y sus juicios por corrupción en Israel. Para Netanyahu, la guerra no solo era una campaña militar; era un escudo. El retorno de los rehenes y la firma de un acuerdo le ofrecerían una victoria política que necesita desesperadamente para limpiar su imagen y dilatar su inevitable rendición de cuentas.
Benjamin Netanyahu no está eligiendo la paz; está intentando sobrevivir a ella. El plan que hoy presenta como un éxito propio es una imposición externa que le obliga a traicionar su retórica belicista y a enfrentarse a sus aliados más fieles. La pregunta ya no es si habrá un acuerdo para Gaza, sino si el hombre que ha dominado la política israelí durante una generación podrá sobrevivir al silencio de los cañones.
07/10/2025