La V República Francesa no tiene memoria de un seísmo político tan breve y devastador. En un lapso de apenas doce horas, el presidente Emmanuel Macron ha visto cómo su último intento por estabilizar un mandato cada vez más errático se desmoronaba, culminando con la dimisión fulminante de su recién nombrado Primer Ministro, Sébastien Lecornu. Más que una simple renuncia, el episodio es el síntoma terminal de un poder presidencial que ha perdido el control del tablero político.
La caída de Lecornu, que ostentará para la historia el triste récord del mandato más efímero de la Francia moderna, no fue una sorpresa, sino la crónica de una crisis anunciada. Desde la reelección de Macron en 2022, el Palacio del Elíseo se ha convertido en una puerta giratoria por la que ya han pasado cinco primeros ministros, cada uno un testimonio del fracaso del presidente para forjar una mayoría parlamentaria estable. Lecornu, un hombre de la máxima confianza de Macron y hasta ahora Ministro de las Fuerzas Armadas, era la apuesta personal del presidente para imponer su autoridad. Fracasó estrepitosamente.
El detonante fue la presentación de su equipo de gobierno el domingo por la noche. En lugar de ofrecer la ruptura y la apertura que exigían sus potenciales socios, la lista de ministros fue percibida como una reafirmación del núcleo duro del macronismo. La inclusión de figuras como el controvertido Bruno Le Maire, a quien la derecha responsabiliza del delicado estado de las finanzas públicas, fue la gota que colmó el vaso para sus teóricos aliados de Los Republicanos (LR).
El partido conservador, pieza clave para cualquier atisbo de gobernabilidad, llevaba días advirtiendo. Exigían no solo un giro drástico en políticas clave como la inmigración, sino también un tercio de los puestos ministeriales, una cuota de poder que Macron no estuvo dispuesto a ceder. La composición del gobierno fue interpretada como un acto de soberbia, y la respuesta fue letal. Antes incluso de que Lecornu pudiera pronunciar su discurso de política general ante la Asamblea, su frágil coalición se había hecho añicos.
La dimisión de Lecornu trasciende su propia figura. Deja a Emmanuel Macron completamente expuesto, en el centro de un huracán político que él mismo ha contribuido a crear. Las voces de la oposición, desde la izquierda hasta la ultraderecha de Marine Le Pen, ya no solo exigen una moción de censura, sino que apuntan directamente a la cabeza del Estado, reclamando una nueva disolución del parlamento o, incluso, la propia renuncia del presidente.
Francia se asoma a un período de ingobernabilidad sin precedentes en las últimas décadas. La caída del «gobierno de las 12 horas» no es el final de la crisis; es el pistoletazo de salida a una nueva fase, mucho más peligrosa, en la que la autoridad presidencial está en entredicho y el futuro político del país es una página en blanco.
Mohamed BAHIA
06/10/2025