Una delegación del movimiento islamista Hamás y otra del Gobierno israelí se preparan para entrar en una ronda de negociaciones bajo el paraguas, siempre incómodo, del llamado “plan Trump” para Gaza. Mientras, la aviación israelí continúa bombardeando la franja, y el aire sobre la ciudad se llena de un humo tan espeso como la desconfianza que rodea a las partes.
Charm el-Cheikh, la elegante ciudad costera sobre el mar Rojo, vuelve a convertirse en escenario de un guion conocido: mediadores egipcios, qataríes y estadounidenses instalaron el decorado diplomático, confiando en arrancar algún gesto de proporcional buena voluntad. Pero nadie espera una conversación directa. Israel y Hamás permanecerán en edificios separados, con los mediadores como únicos portadores de mensajes: diplomacia de ventrílocuos en el desierto del Sinaí.
Un intercambio que refleja el pulso de la guerra
La negociación gira en torno a una doble promesa: la liberación de los rehenes israelíes y el canje de prisioneros palestinos. Hamás asegura estar dispuesto a un acuerdo “inmediato”, siempre y cuando cesen las operaciones militares y los vuelos de vigilancia israelíes. El movimiento islamista ha entregado ya una lista con cientos de palestinos condenados a cadena perpetua cuya liberación exigiría como condición mínima.
Israel, en cambio, mantiene una posición hermética. Fuentes de seguridad filtradas en El Cairo hablan de unos 250 prisioneros con penas perpetuas y cerca de 2.000 detenidos tras los combates del otoño de 2023 que podrían ser incluidos en el intercambio. Nada confirmado oficialmente, y mucho menos el calendario.
Entretanto, los misiles no entienden de embajadores. El domingo, los bombardeos sobre la capital gazatí dejaron al menos cinco muertos, según los servicios locales de rescate. Solo un día antes, el balance superaba ya el medio centenar de víctimas. Algunas fuentes israelíes describen un ejército “en posición defensiva”, aunque sobre el terreno la descripción resulta difícil de sostener entre sirenas y polvo.
Los ecos de Washington y la presión de las calles
Donald Trump, impulsor del plan que hoy Egipto intenta rescatar del congelador, proclamó su optimismo en su red social: asegura que Israel aceptó una “primera línea de retirada” del 70% del territorio de Gaza ocupado tras la ofensiva. Según él, el alto el fuego sería inmediato si Hamás da su consentimiento y activa el canje de prisioneros. Desde el entorno del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, se limitan a admitir “expectativas razonables” de retorno de los rehenes “en pocos días”. La cautela, por una vez, es la única prudencia compartida.
Pero la política no se vive solo en los palacios, sino también en las calles. En Tel Aviv y Jerusalén, miles de israelíes se manifestaron como cada sábado desde que comenzó la guerra. Las pancartas clamaban: “Tráiganlos a casa”, “Cese el fuego ya”. A su lado, familias de los rehenes temen que las facciones ultraderechistas del gobierno de coalición —lideradas por Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich— hagan descarrilar cualquier entendimiento. Ambos ministros han advertido que renunciarán si Hamás “sobrevive” al acuerdo.
Hámas, por su parte, tampoco habla con una sola voz: hay sectores dentro del movimiento que ven el plan Trump como una trampa para desarmarlo políticamente, y otros que consideran que una tregua mínima podría salvar lo poco que queda en pie dentro del enclave.
Una paz de laboratorio con olor a pólvora
Las conversaciones en Charm el-Cheikh recuerdan, en su combinación de esperanza escénica y fatalismo, las viejas conferencias de paz de los años 2000. El problema no es la falta de mesas redondas, sino de voluntad redonda. Ninguno de los actores confía plenamente en el otro, y el alto el fuego depende más del agotamiento mutuo que de la diplomacia.
Mientras tanto, Gaza sigue siendo un tablero donde la población civil paga cada movimiento: familias desplazadas, hospitales sin electricidad, y una Franja que ve pasar por encima los drones que interrumpen el sueño con la misma regularidad que las promesas de paz.
Egipto quiere convertirse en el mediador que firmó el armisticio imposible, Estados Unidos quiere salvar su plan, Israel busca seguridad y Hamás sueña con reconocimiento. Pero entre esas ambiciones, una verdad permanece cubriéndolo todo: el humo sobre Gaza no deja ver aún el horizonte de la paz.
Mohamed BAHIA
06/10/2025