No es una simple modernización, es una declaración de intenciones. La reciente inauguración de un conjunto de proyectos de gran envergadura en el complejo portuario de Casablanca, presidida por el Rey Mohammed VI, representa mucho más que una necesaria actualización de infraestructuras. Con una inversión calculada de 5.000 millones de dirhams (aproximadamente 460 millones de euros), Marruecos está ejecutando un movimiento estratégico para reafirmar a su capital económica no solo como un centro neurálgico nacional, sino como un pivote fundamental en el tablero económico de África.
El análisis de esta megaobra revela una visión integral que va más allá del simple movimiento de mercancías. La estrategia se desglosa en cuatro pilares interconectados, cada uno diseñado para diversificar las fuentes de ingresos del puerto y elevar su competitividad a escala global.
El primer pilar es la modernización de un sector tradicional: el nuevo puerto pesquero. Con una inversión de 1.200 millones de dirhams, este proyecto no busca únicamente mejorar las condiciones de vida y seguridad de los más de 360 barcos de pesca artesanal y costera. Su verdadero alcance económico reside en la formalización y optimización de toda la cadena de valor. La construcción de una lonja de nueva generación, unidades de producción de hielo y una gestión centralizada de los contenedores apunta a una industrialización del sector que mejorará la calidad del producto, su trazabilidad y, en última instancia, su valor en los mercados de exportación.

El segundo, y quizás más ambicioso, es el salto hacia la industria pesada con la construcción de un nuevo astillero de reparación naval. Este proyecto, que absorbe la mitad de la inversión total (2.500 millones de dirhams), es una apuesta calculada. Marruecos busca dejar de ser un mero punto de paso en las rutas marítimas para convertirse en un centro de servicios navales de alto valor añadido. Con un dique seco capaz de acoger buques de hasta 220 metros y una plataforma elevadora de casi 10.000 toneladas, Casablanca se posiciona para captar una porción significativa del mercado de reparación naval del Atlántico, un sector lucrativo que hasta ahora dominaban otros actores regionales. Es la génesis de una industria naval nacional con la que Marruecos pretende atraer inversión extranjera y generar empleo cualificado.
El tercer pilar se enfoca en el turismo de alta gama. El nuevo terminal de cruceros, con una inversión de 720 millones de dirhams y capacidad para 450.000 pasajeros anuales, es la pieza que faltaba para integrar plenamente Casablanca en los circuitos turísticos internacionales de lujo. El diseño, capaz de recibir a los gigantes del mar de hasta 350 metros de eslora, no es casual. Responde a una estrategia nacional para posicionar la ciudad como un destino de primer nivel para el turismo de negocios y de ocio, complementando su estatus de hub financiero.
Finalmente, el cuarto pilar es la eficiencia y la gobernanza. La creación de un complejo administrativo de 500 millones de dirhams que agrupa a todos los actores portuarios (autoridad portuaria, aduanas, operadores, consignatarios) puede parecer el componente menos vistoso, pero es estratégicamente vital. Esta centralización está diseñada para optimizar la logística, reducir la burocracia y mejorar la calidad del servicio, factores clave en la despiadada competencia entre los grandes puertos mundiales. Además, busca una mejor integración del puerto en el tejido urbano, resolviendo una histórica desconexión entre la ciudad y su motor económico.
Visto en perspectiva, el proyecto de Casablanca no es un hecho aislado. Se enmarca en la rediseñada arquitectura portuaria de Marruecos, una estrategia de largo aliento que ya dio un golpe de autoridad con el gigante Tánger-Med, líder en el Mediterráneo. Mientras Tánger-Med se consolida como el gran hub de contenedores, Casablanca se especializa y diversifica. Ambos, junto con los futuros puertos de Nador West-Med y Dakhla Atlantique, conforman una pinza geoestratégica con la que Marruecos aspira a controlar los flujos comerciales clave entre Europa, África y América.
En definitiva, la transformación del puerto de Casablanca es la materialización de la ambición marroquí: consolidarse como la principal puerta de entrada económica al continente africano, un hub logístico, industrial y turístico plenamente integrado en las cadenas de valor globales. Una apuesta audaz que definirá el futuro económico de la metrópoli y el posicionamiento de todo el país en las próximas décadas.
Mohamed BAHIA
19/09/2025









