El discurso político marroquí vivió este lunes un momento de alta carga simbólica. En la Cámara de Representantes, el jefe del Gobierno, Aziz Akhannouch, presentó la reciente Resolución 2797 del Consejo de Seguridad de la ONU —referida al Sáhara— como una confirmación internacional del “estatus de Marruecos como potencia regional e internacional bajo el liderazgo del rey Mohammed VI”. No se trató de una declaración rutinaria, sino de un ejercicio cuidadosamente articulado de reafirmación nacional y lectura estratégica del nuevo clima diplomático.
La resolución, adoptada el 31 de octubre y elevada por el propio monarca al rango de fecha nacional conmemorativa (Aid Al Wahda), va más allá del litigio sobre el Sáhara. Según Akhannouch, encarna una forma de consenso internacional en torno al papel que Marruecos desempeña en la estabilidad del norte de África, el Sahel y el tejido mediterráneo. “No es un simple voto sobre un conflicto”, subrayó, “sino un reconocimiento implícito del peso del Reino como actor de paz y de cooperación regional.”
El jefe de gobierno relacionó el avance diplomático con un proceso que atribuyó directamente a la “visión estratégica constante” del soberano. Desde hace más de un cuarto de siglo, destacó, la diplomacia marroquí ha superado la retórica defensiva para transformarse en una red activa de alianzas, cooperación económica y presencia en foros internacionales. Marruecos, dijo, “ya no espera ser invitado a la mesa; hoy contribuye a diseñarla”.
En su intervención, Akhannouch insistió en que la defensa de la integridad territorial no se limita al discurso, sino que se proyecta en múltiples frentes: desarrollo económico, cohesión social y modernización institucional. Recordó los avances del Sáhara —convertido, según él, en un laboratorio de regionalización avanzada— y elogió la alta participación política y electoral de sus ciudadanos como prueba de su integración plena en la vida nacional.
El estreno de la nueva fiesta nacional, el 31 de octubre, busca consagrar la unidad y materializar la idea de una “marcha continua” del Reino: de la recuperación de su soberanía territorial a la consolidación de un modelo de estabilidad y progreso en un entorno convulso. En palabras del primer ministro, es “un día que inmortaliza un capítulo del liderazgo inspirador de Su Majestad, un dirigente cuya firmeza y apertura han hecho de Marruecos un ejemplo regional de equilibrio entre autoridad y desarrollo”.
Con el telón de fondo de las transformaciones geopolíticas en África y Oriente Medio, la Resolución 2797 se interpreta en Rabat como un espaldarazo diplomático y, al mismo tiempo, como una consagración simbólica del proyecto nacional que Mohammed VI viene cultivando: un Marruecos moderno, autosuficiente y abierto al entendimiento con sus vecinos.
Y si algo quedó claro en el hemiciclo marroquí este lunes, fue la sensación de haber pasado página: de un país que reclamaba reconocimiento internacional a uno que, con serenidad y músculo regional, confirma que ya lo tiene.
10/11/2025









