Turquía volvió a colocarse en el centro del tablero geopolítico este lunes, al reunir en Estambul a los ministros de Asuntos Exteriores de ocho países musulmanes —Emiratos Árabes Unidos, Catar, Jordania, Pakistán, Indonesia, Arabia Saudita, Egipto y la propia Turquía— para abordar la delicada situación en Gaza. La cita llega poco más de tres semanas después del inicio del alto el fuego, un respiro precario tras meses de enfrentamientos devastadores.
La reunión, impulsada por el canciller turco Hakan Fidan, busca mucho más que intercambiar discursos diplomáticos. Ankara pretende consolidar el mantenimiento del cese de hostilidades y, al mismo tiempo, asegurarse un lugar en las conversaciones internacionales sobre la futura arquitectura política y de seguridad en la Franja. El mensaje es claro: Turquía quiere ser parte activa de la solución, no un mero espectador.
El encuentro adquiere relevancia también porque los países presentes son, en buena medida, los mismos sobre los que Washington confía para respaldar su controvertido “plan de paz” para Gaza. Estados Unidos intenta articular un esquema que combine la presión sobre Hamás, la formación de una fuerza internacional de estabilización y la financiación de la reconstrucción del enclave. Tres ingredientes que parecen sacados de un manual diplomático ideal, pero cuya aplicación en el terreno sigue plagada de interrogantes.
Conscientes de ello, los asistentes en Estambul llegaron con la intención de proyectar peso político dentro del mundo musulmán y, a la vez, exhibir capacidad de coordinación antes de las próximas rondas con las potencias occidentales. En palabras de un asesor turco, “si el futuro de Gaza se decide sin los países más directamente vinculados a su destino, el alto el fuego no pasará de ser una pausa entre dos guerras”.
Del lado israelí, la desconfianza hacia Ankara se mantiene intacta. El gobierno israelí continúa rechazando cualquier presencia turca en la eventual fuerza internacional, bajo el argumento de evitar “interferencias políticas”. Una negativa que irrita a Recep Tayyip Erdoğan, decidido a demostrar que Turquía no solo es un puente geográfico, sino también político entre Oriente y Occidente.
Mientras tanto, en las calles de Khan Younis y Rafah, los habitantes palestinos siguen caminando entre ruinas. Desde esa realidad paralela a los salones de Estambul, el alto el fuego se siente más como una tregua frágil que como una promesa de paz duradera. En palabras más simples: los diplomáticos negocian el futuro de Gaza, pero Gaza sigue esperando que el futuro llegue.
03/11/2025









