Un encuentro en Oporto sella el inicio de un plan de movilidad que busca replicar el éxito del programa de temporeros entre Rabat y Madrid, equilibrando las necesidades de las empresas lusas con las aspiraciones de los trabajadores marroquíes.
No fue una reunión más en la agenda de un foro europeo. Lo que sucedió este jueves en los márgenes del Foro Social de Oporto entre Younes Sekkouri, ministro de Inclusión Económica de Marruecos, y su homóloga portuguesa, Rosário Palma Ramalho, fue el trazado de un nuevo mapa para la migración laboral en el sur de Europa. Sobre la mesa no había solo buenas intenciones, sino un plan concreto: crear un corredor laboral regulado, predecible y mutuamente beneficioso, tomando como inspiración directa un modelo que ya ha demostrado su eficacia a pocos kilómetros de distancia.
La economía portuguesa, como muchas otras en el continente, enfrenta una creciente demanda de mano de obra que el mercado local no logra satisfacer. Lejos de optar por soluciones improvisadas, Lisboa ha decidido mirar al sur, hacia un socio estratégico con el que las relaciones políticas y económicas no dejan de fortalecerse. El diálogo entre Sekkouri y Palma Ramalho ha sentado las bases para un programa de movilidad laboral que va más allá del simple reclutamiento. El objetivo es construir un marco de «garantías equilibradas», un ecosistema donde las empresas portuguesas encuentren el talento que necesitan y los trabajadores marroquíes obtengan estabilidad, derechos y oportunidades claras de desarrollo.
El ministro Sekkouri no llegó a la mesa de negociación con las manos vacías. Presentó el caso de éxito de la gestión migratoria con España, un programa que ha madurado durante décadas hasta convertirse en un referente. La clave, explicó, radica en mecanismos como los visados de cuatro años para trabajadores de temporada, una fórmula que ha erradicado la incertidumbre, garantizando a las empresas españolas una fuerza laboral fiable y cualificada, y a los trabajadores, la seguridad de un empleo estable y recurrente.
La propuesta resonó con fuerza en la parte portuguesa. La idea no es simplemente abrir las puertas, sino hacerlo con inteligencia. El plan de acción conjunto que ambos países se han comprometido a elaborar estudiará la adopción de este modelo. Esto implica un rol protagónico para las agencias estatales, como la marroquí ANAPEC, que se encargarían de la selección y, fundamentalmente, de la formación de los candidatos antes de su partida. Este punto es crucial: se busca que los trabajadores lleguen a Portugal no solo con un contrato, sino con las competencias específicas que el puesto demanda, asegurando una integración profesional mucho más fluida y efectiva.
Pero la visión de esta alianza trasciende la cuestión migratoria. La ministra Palma Ramalho fue explícita al subrayar que su país está «listo para acoger las inversiones marroquíes», invitando a ampliar el espectro de la cooperación económica. Este gesto transforma la dinámica de la relación: no se trata de un país que necesita mano de obra y otro que la provee, sino de dos economías que buscan sinergias para un crecimiento compartido.
El encuentro de Oporto, calificado por ambas partes como «particularmente fructuoso», da el pistoletazo de salida a un trabajo técnico que deberá materializarse en las próximas semanas. En un contexto europeo donde la migración a menudo se aborda desde la perspectiva de la crisis, la alianza pragmática que están forjando Portugal y Marruecos ofrece una narrativa alternativa: la de la migración como una herramienta de desarrollo planificada, ordenada y beneficiosa para todos los actores implicados. El modelo español ya ha demostrado que es posible. Ahora, Portugal quiere escribir su propio capítulo.
19/09/2025