Los termómetros no son los únicos que han marcado récords alarmantes este verano. Una radiografía desoladora del Observatorio Europeo de la Sequía (EDO) revela que agosto de 2025 ha sido el mes más seco registrado en Europa y en las costas del Mediterráneo desde que comenzaron las observaciones en 2012. Con más de la mitad de los suelos (un contundente 53%) afectados por la escasez hídrica, el continente se enfrenta a una realidad climática que supera cualquier precedente conocido.
Este dato, 23 puntos por encima de la media de agosto de las últimas dos décadas, no es un evento aislado sino una manifestación acentuada de una tendencia climática inquietante. Cada mes de 2025 ha establecido un récord de sequía para su periodo, pero agosto se alza como el punto álgido de esta crisis hídrica, superando incluso el 52% de suelos afectados registrado en mayo de este mismo año. La situación es crítica y los expertos ya no hablan de anomalías, sino de una consolidación del cambio climático en el corazón mismo de Europa.
Un mapa continental de la desesperación hídrica
La sequía no distingue fronteras, pero sus estragos se distribuyen con particular ferocidad. El este de Europa y la región de los Balcanes han sido epicentros de la escasez. Países como Bulgaria, Kosovo, Serbia y Macedonia del Norte reportan cifras que superan o igualan el 90% de su territorio bajo algún nivel de alerta de sequía, con Serbia viviendo una emergencia hídrica en el 61% de sus suelos. Las consecuencias han sido inmediatas y devastadoras: la región ha sido presa de incendios forestales incontrolables que se han cobrado al menos dos vidas y han obligado a la evacuación de miles de personas, transformando paisajes en cenizas.
Pero el problema no es exclusivo del este. La Europa occidental, habitualmente más protegida por su clima atlántico, también ha sentido el golpe. Portugal ha visto un dramático salto del 5% de su territorio afectado en julio a un alarmante 70% en agosto, un indicador de la rápida propagación de la aridez. Francia, que sufrió una segunda ola de calor abrasadora en agosto, tiene dos tercios de su geografía (66%) bajo condiciones de falta de agua. Particularmente preocupante es el 12% del país en situación de alerta máxima, especialmente en el suroeste, una región vital para la producción vinícola, anticipando un impacto económico significativo en un sector emblemático.
Cruzando el Mediterráneo, el panorama no mejora. Países como Armenia, Georgia y Líbano están sufriendo una escasez hídrica casi total, con el 99%, 97% y 96% de sus territorios afectados, respectivamente. Turquía, con el 84% de sus tierras en déficit de agua, también ha sido escenario de numerosos y extensos incendios, como los que asolaron la provincia de Çanakkale a principios de mes, dejando una cicatriz de destrucción y desalojo.
El futuro incierto bajo la amenaza de la «nueva normalidad»
La metodología del EDO, basada en observaciones satelitales del programa Copernicus, integra precipitaciones, humedad del suelo y estado de la vegetación, ofreciendo una visión integral y objetiva de la situación. Sus tres niveles de monitoreo –vigilancia, advertencia y alerta– están más activos que nunca, pintando un mapa continental dominado por tonos ocres y rojos.
Este agosto de 2025 no es solo una estadística más; es un grito de alarma del planeta. La sequía, que en otras épocas se consideraba un fenómeno cíclico, se está transformando en una característica endémica, una «nueva normalidad» que exige respuestas urgentes y profundas. Las implicaciones van más allá de los cultivos y los incendios; afectan la seguridad alimentaria, la biodiversidad, la salud pública y la estabilidad económica de naciones enteras.
La resiliencia de los ecosistemas y las sociedades está siendo puesta a prueba como nunca antes. Lo que este informe subraya con cruda claridad es que la gestión del agua, las políticas agrícolas y forestales, y, sobre todo, la mitigación de los efectos del cambio climático, no pueden posponerse más. El telón de fondo de este verano abrasador es la ineludible pregunta de cómo adaptaremos nuestras vidas y nuestras economías a un futuro donde el agua, ese recurso esencial, se convierte cada vez más en un bien escaso y preciado.
18/09/2025