El nuevo Programa de Beneficios a Clubes no solo aumenta la cifra a repartir, sino que revoluciona su filosofía: por primera vez, se compensará a los equipos por ceder jugadores durante las fases clasificatorias, un gesto que redefine el concepto de solidaridad en el fútbol global.
El Mundial de 2026 en Estados Unidos, México y Canadá no solo será el más grande de la historia en número de equipos y partidos. También lo será en su derrama económica hacia la estructura que sostiene el espectáculo: los clubes. La FIFA ha anunciado una reestructuración histórica de su Programa de Beneficios a Clubes, destinando una cifra récord de 355 millones de dólares, un movimiento que va más allá del dinero y apunta a un cambio de paradigma.
La verdadera revolución no reside únicamente en el monto, que pulveriza los 209 millones distribuidos tras Qatar 2022. La clave está en el criterio. Hasta ahora, el botín se repartía entre los clubes cuyos futbolistas disputaban la fase final del torneo. A partir de 2026, el paraguas se extiende para cubrir también a aquellos equipos que cedieron a sus jugadores durante las extenuantes fases clasificatorias.
Esta decisión, fruto del acuerdo firmado en marzo de 2023 con la influyente Asociación de Clubes Europeos (ECA), busca saldar una deuda histórica. Como subraya la FIFA en su comunicado, se trata de «reconocer equitativamente el aporte de todos los clubes». En la práctica, significa que un club modesto de Sudamérica, África o Asia, que formó y cedió a un jugador clave para la clasificación de su selección, recibirá una compensación directa, incluso si ese futbolista, por lesión o decisión técnica, no llega a pisar el césped en la fase final.
El salto cuantitativo es notable. Los 355 millones de dólares anticipan un aumento exponencial en el número de beneficiarios. Si en Qatar 2022 fueron 440 clubes de 51 federaciones distintas los que recibieron fondos, la cifra para 2026 promete ser sustancialmente mayor, democratizando el acceso a los ingresos generados por la joya de la corona de la FIFA.
Para Gianni Infantino, presidente de la FIFA, esta medida garantiza que la contribución de los clubes «sea reconocida a su justo valor». Más allá del discurso oficial, la iniciativa fortalece la relación, a menudo tensa, entre las federaciones y los clubes, que son los verdaderos empleadores de los futbolistas y quienes asumen el riesgo de lesiones. Es un reconocimiento explícito de que el Mundial no empieza en el partido inaugural, sino dos años antes, en canchas de todo el planeta.
En definitiva, el Mundial de 2026 no solo expande sus fronteras geográficas y deportivas, sino también su modelo de justicia distributiva. Al regar con recursos la base de la pirámide del fútbol, la FIFA no solo reparte beneficios, sino que invierte en la sostenibilidad de su propio ecosistema. Un ecosistema donde, a partir de ahora, el camino al Mundial también tiene su recompensa.
17/09/2025