Un silencio ensordecedor envuelve una crisis que sacude los cimientos del sistema sanitario argelino: la prolongada huelga de estudiantes de medicina, ya en su tercer mes. Más allá de las aulas vacías y las clases perdidas, este movimiento silencioso revela una profunda problemática social y política que trasciende las reivindicaciones gremiales. La falta de atención a las preocupaciones de estos futuros médicos, quienes representan la élite intelectual del país, es un síntoma de una crisis de integración sociopolítica que afecta a la clase media argelina.
La huelga, iniciada a mediados de octubre, no es un evento aislado. Remonta a episodios previos, como las protestas de 2018 cerca del Hospital Mustapha Pasha, donde estudiantes fueron reprimidos por las fuerzas de seguridad, dejando una cicatriz profunda en la moral de una generación de médicos, muchos de los cuales emigraron a Europa, principalmente a Francia. Esta experiencia, lejos de ser excepcional, se suma a la problemática cotidianidad que enfrentan los médicos argelinos, sujetos a agresiones verbales y físicas por parte de pacientes y sus familiares, a pesar de las leyes que protegen a los profesionales de la salud.
La proliferación de estudiantes de medicina, unida a las precarias condiciones de formación y trabajo, ha contribuido a la devaluación de la profesión médica en Argelia. La burocracia de los Ministerios de Educación Superior y Salud, con su gestión fragmentada del sector, ha fracasado en abordar las demandas de los estudiantes. Estas demandas, lejos de ser meramente económicas, revelan un descontento más profundo: la falta de perspectivas profesionales, la precariedad de las infraestructuras, la apertura indiscriminada de facultades de medicina sin las condiciones pedagógicas mínimas, y la ausencia de hospitales universitarios adecuados para la formación práctica.
El problema, sin embargo, trasciende el ámbito meramente profesional. La crisis se inscribe dentro de una problemática más amplia: la dificultad del sistema político argelino para integrar a la clase media. Los médicos, con su alto nivel de formación y su papel crucial en la sociedad, representan a esta clase media que se siente marginada y desatendida. La alta tasa de fuga de cerebros, que afecta no solo a los médicos, sino también a ingenieros, investigadores y artistas, refleja esta crisis de integración. Argelia pierde talento, sufriendo un «desierto cultural» que contrasta con el dinamismo de las ciudades mediterráneas vecinas, donde la clase media goza de mejores condiciones de vida, acceso a la cultura y mayores libertades políticas.
La negativa inicial de las autoridades a convalidar los títulos de los médicos argelinos en el extranjero, con el objetivo de frenar la emigración, se percibió como una medida autoritaria que exacerbó el conflicto. Si bien esta decisión fue posteriormente revocada, la huelga persiste. Las demandas de los estudiantes, que incluyen la revisión de la política educativa y la mejora de las condiciones de formación, son vistas como una amenaza para el statu quo. Se perciben como una postura elitista, ignorada por las instituciones y los medios de comunicación nacionales, algunos de los cuales incluso han llegado a calificar la huelga como una conspiración extranjera.
Esta visión reduccionista y políticamente cargada oculta la verdadera dimensión del problema: una profunda crisis del sistema de salud argelino que demanda una reforma integral. La falta de atención a las legítimas demandas de los futuros médicos no solo perjudica al sector sanitario, sino que también refleja una falla sistémica en la integración social y política, con consecuencias negativas de largo alcance para el desarrollo del país. El silencio de los escalpelos es un grito de alerta que no puede ser ignorado.
23/12/2024









