En una escena que sintetiza la crisis diplomática israelí, y el creciente aislamiento de su asociación con Estados Unidos, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu pronunció su discurso ante la Asamblea General de la ONU frente a un hemiciclo semivacío. La ausencia masiva de delegaciones, incluidas las de España, Francia y otros países europeos, constituyó un boicot silencioso pero elocuente hacia un líder acusado por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra. Esta imagen contrasta con la narrativa de normalidad que Estados Unidos mantiene al permitir su presencia en territorio norteamericano, desafiando abiertamente las órdenes de arresto internacional.
La paradoja jurídica
La presencia de Netanyahu en Nueva York representa una anomalía jurídica preocupante en un país considerado por décadas y promocionado por sus gobiernos, como la cuna de las libertades individuales y colectivas. Sin embargo este setiembre de 2025, mientras la Corte Penal Internacional mantiene una orden de arresto activa en su contra, el gobierno estadounidense facilita su participación como si se tratara de cualquier otro jefe de gobierno. Esta actuación no solo debilita el sistema de justicia internacional, sino que envía un mensaje peligroso sobre la selectividad en la aplicación del derecho, que debería ser en principio, aplicable a todos por igual.
En su ruta hacia Nueva York, el avión de Netanyahu evitó el espacio aéreo francés y español, lo que algunos interpretaron como un intento de eludir la posibilidad de ser detenido. Pese a ello, en Estados Unidos el primer ministro habló sin restricciones. El hecho de que la administración norteamericana, ignorara abiertamente los procedimientos legales internacionales, demuestra que la «Realpolitik», esa que se basa en hechos y en el poder, más que en principios morales, sigue prevaleciendo sobre los valores que dice defender, y donde ser aliado del actual gobierno de Trump y tener el aval de la Casa Blanca cuenta más que el mismo derecho internacional.
Un discurso lejano a la realidad
Si ya el discurso del Presidente estadounidense fue catalogado como una intervención confrontativa con momentos que se podrían considerar hasta intimidantes; las palabras de su aliado israelí, no estuvo muy lejos. Netanyahu, profundizó la confrontación al afirmar que el reconocimiento del Estado palestino equivale a «premiar el terrorismo». Una acción que desprecia el consenso mayoritario de 157 países y menosprecia la posición de aliados tradicionales como Francia y Reino Unido.
Su negativa a considerar siquiera a la Autoridad Palestina como interlocutor válido revela una estrategia de maximalismo que rechaza cualquier solución política y con la exposición de mapas sobre su concepción de un «Nuevo Medio Oriente» tan sólo confirma y ratifica las intenciones colonialistas y expansivas de Israel, ahora sin señal alguna de una posible tregua o fin cercano de la ofensiva en Gaza o Cisjordania. Más el señalamiento de su «nuevo orden» es aún más preocupante aún cuando lo acompaña de sus declaraciones sobre la «misión civilizatoria» de Israel, que recuerdan retóricas coloniales superadas en el discurso internacional contemporáneo.
Netanyahu utilizó su intervención para reafirmar que un Estado palestino “nunca será posible”, y consciente del vacío que lo rodeaba en la sala prosiguió con su discurso, una imagen elocuente de un líder que sabe que su audiencia es cada vez más reducida pero donde nadie le impide tener su espacio en los foros internacionales diplomáticos como escenario.
Su retórica no cambia, sigue defendiendo la idea de Israel como barrera frente al “eje del terror” de Irán, Hamás y Hezbolá, así como la afirmación de que su país “hace el trabajo sucio” en nombre de Occidente. Sin embargo, la ovación de sus compatriotas y unos poco simpatizantes en la tribuna no pudo ocultar la ausencia de legitimidad.
Otra particularidad, fue la negación de Netanyahu de que en Gaza se esté cometiendo un genocidio o que exista una hambruna, pese a los informes de Naciones Unidas y a las más de 65.000 muertes contabilizadas en menos de dos años. Pues, atribuyó el sufrimiento de la población palestina al robo de ayuda humanitaria por parte de Hamás, y reiteró que la guerra podría terminar de inmediato si el grupo depone las armas. Un argumento que, se sabe y se ha demostrado en múltiples reportes internacionales, choca con las denuncias de ataques a convoyes civiles y el bloqueo sistemático de la Franja.
La respuesta de Hamás
Hamás, por su parte, celebró el boicot diplomático como una victoria propagandística. En su comunicado, calificó a Netanyahu de «criminal de guerra aislado» y denunció la hipocresía de su discurso sobre derechos humanos. También rechazó la acusación de planear ataques contra judíos en todo el mundo, insistiendo en que su lucha se limita a la ocupación israelí en Palestina.
Pese a ello, su respuesta, refleja poca esperanza de un fin cercano del conflicto, ya que rechazan cualquier posibilidad de gobierno alternativo en Gaza, y fortalecen los extremos: un Netanyahu que usa a Hamás para justificar su ocupación, mientras el grupo usa la represión israelí para validar su existencia.
El aislamiento como estrategia fallida
Tras sus palabas en el podio, es claro que lejos de aislar a Hamás como pretendía, la estrategia israelí ha conseguido principalmente aislarse a sí misma. Cada reconocimiento del Estado palestino, ahora respaldado por tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad, representa un voto de censura a la política de Netanyahu. La ruta aérea evadiendo espacios europeos por temor al arresto, el boicot diplomático en la ONU y las protestas masivas en Nueva York muestran que la comunidad internacional está dibujando líneas rojas que Israel prefiere ignorar.
Es así como esta Asamblea Genera de la ONU no deja lugar a dudas de que la tradicional solidaridad occidental se resquebraja cuando un líder acusado de crímenes de guerra da lecciones de moral internacional ante un hemiciclo vacío. Estados Unidos e Israel insisten en una narrativa que ya no convence a sus aliados. Es cada vez más claro que la impunidad y la venta del “enemigo común” molesta a la comunidad internacional, que exige un alto y la rendición de cuentas. La pregunta ahora es si esta demostración de fuerza llevará al un verdadero y efectivo declive diplomático o si a pesar de todo, la mayoría será invisibilizada por una sola mano levantada en un foro que fue creado para la paz y para fortalecer la democracia de los pueblos y su soberanía.
27/09/2025
María Angélica Carvajal