En medio del bullicio diplomático previo a la Asamblea General de la ONU, mientras los líderes mundiales afinan discursos y ajustan agendas, Marruecos eligió un escenario menos rutilante pero más estratégico: el P3 Summit for Change. Allí, lejos de los flashes de la ONU pero muy cerca del poder real —el económico—, el Reino no vino a pedir. Vino a ofrecer. Y lo hizo con una narrativa tan pulida como convincente: no somos solo un país estable. Somos la plataforma desde la que se puede conquistar África, Europa y el Atlántico.
No fue casualidad. Tampoco improvisación. La presencia marroquí en este foro —donde se mezclaron jefes de Estado africanos, CEOs globales como Dara Khosrowshahi (Uber) y magnates panafricanos como Patrice Motsepe— respondió a una estrategia fría, calculada, casi quirúrgica: posicionar al modelo marroquí de asociación público-privada como el estándar de referencia para economías emergentes que buscan crecer sin sacrificar gobernabilidad.
El discurso de Amrani: credibilidad como moneda de cambio
Youssef Amrani, embajador marroquí en Washington, no habló de cifras macroeconómicas ni de rankings de competitividad. Habló de credibilidad. De voluntad política afirmada. De sinergia estructural. En un mundo donde los inversores huyen de la incertidumbre como de la peste, Marruecos se presenta como la excepción: un país donde el Estado no compite con el sector privado, sino que lo impulsa. Donde las reformas no son promesas electorales, sino políticas de Estado bajo el liderazgo del rey Mohammed VI.
Amrani fue claro: aquí, el privado no es un invitado. Es el motor. Y el Estado, su ingeniero. No hay improvisación. Hay instrumentos: incentivos fiscales diseñados con precisión, clusters industriales integrados, garantías legales blindadas. No se trata de atraer capitales con descuentos temporales, sino de construir ecosistemas donde las empresas puedan arraigar, crecer y expandirse.
La triple ventaja geográfica: África, Europa, Atlántico
Pero lo más audaz del discurso marroquí fue cómo transformó su ubicación geográfica —antes vista como periférica o intermedia— en una ventaja estratégica absoluta:
“Somos la plataforma ideal para anclaros en África, aprovechar la proximidad europea y abrirse al espacio atlántico.”
No dijo “puente”. Dijo plataforma. Palabra clave. Porque un puente une dos orillas; una plataforma permite construir hacia todas direcciones. Marruecos ya no se define por estar entre dos continentes. Se define por conectar tres espacios económicos: el africano en expansión, el europeo en reinvención y el atlántico en reordenamiento geopolítico.
Es una propuesta tentadora para multinacionales que buscan desglobalizar sin perder escala, diversificar sin sacrificar eficiencia, y entrar en África sin asumir los riesgos de sus mercados más volátiles.
El modelo marroquí: ¿una ilusión o una realidad replicable?
Detrás de este relato impecable hay hechos. Marruecos ha logrado mantener estabilidad política en una región convulsa. Ha firmado acuerdos de libre comercio con la UE, EEUU y decenas de países africanos. Ha desarrollado zonas industriales de última generación —como Tánger Med— que hoy son referentes logísticos globales. Y ha mantenido una coherencia regulatoria poco común en economías emergentes.
En la era de la incertidumbre, Marruecos apuesta por ser el puerto seguro
Lo que Marruecos está haciendo en foros como este no es solo diplomacia económica. Es geopolítica preventiva. Mientras otros países africanos luchan por atraer atención, Marruecos construye confianza. Mientras otros venden recursos, Marruecos vende predictibilidad. Y en un mundo fracturado —entre guerras comerciales, crisis climáticas y tensiones ideológicas—, la predictibilidad se ha convertido en el bien más escaso… y más valioso.
El mensaje final de Amrani fue contundente: “Venid a construir con nosotros una prosperidad compartida”. No dijo “invertid en nosotros”. Dijo construid con nosotros. Es un matiz crucial. Porque lo que Marruecos ofrece ya no es solo un mercado. Es una alianza. Un proyecto. Una narrativa de futuro.
Y en Nueva York, ciudad que respira poder y dinero, ese tipo de narrativas… suelen terminar en contratos.
22/09/2025