La coyuntura económica y política de los principales socios de Marruecos en Europa ofrece un contraste significativo que podría redefinir las dinámicas regionales. Mientras España celebra la mejora de su calificación crediticia por parte de Standard & Poor’s, gracias a un crecimiento sostenido y resiliente, Francia atraviesa una etapa marcada por la degradación de su nota soberana, debilitada por la parálisis política y el aumento de la deuda pública. Estas dos trayectorias opuestas están reestructurando el pulso europeo y abren para Marruecos escenarios estratégicos diferenciados.
En el caso español, la subida del rating de A a A+ consolida la confianza internacional en su economía, con previsiones de crecimiento del 2,6 % en 2025, muy por encima del promedio de la eurozona. Este dinamismo beneficia al Reino, su principal socio comercial, con un intercambio bilateral que superó los 20.000 millones de euros en 2024, casi el doble de lo registrado en 2020. Esto beneficia a Marruecos, ya que la fortaleza española se traduce en más inversión, mayor demanda de bienes y servicios, y un entorno favorable para que las exportaciones marroquíes, particularmente en sectores como la automoción, la agroindustria y los fosfatos, sigan ganando terreno en el mercado europeo.
Francia, en cambio, enfrenta un panorama más complejo. La degradación de su nota soberana por parte de Fitch de AA- a A+ refleja la falta de disciplina fiscal y un bloqueo político que impide aprobar presupuestos de ajuste. Aunque la reacción de los mercados ha sido contenida, la percepción de debilidad en la segunda economía de la eurozona erosiona su atractivo para la inversión extranjera. Para el país norafricano, este declive podría convertirse en un incentivo adicional para captar capital que empieza a desconfiar del escenario francés, ofreciendo en cambio estabilidad política, reformas económicas en curso y una ubicación estratégica como puerta hacia África.
Si bien la relación comercial marroquí-francesa sigue siendo robusta, con un volumen de intercambio que en 2024 rondó los 15.000 millones de euros, aunque estancado desde 2021, la tendencia apunta a una ralentización. Ante este contexto, Marruecos podría reposicionarse como un socio alternativo y un espacio de relocalización para empresas francesas que buscan mercados más competitivos y seguros. Sectores como el textil, las energías renovables y la industria digital podrían beneficiarse de este desplazamiento.
Bajo de este marco de contrastes entre la vitalidad española y la fragilidad francesa, el Reino tiene una ventana de oportunidad en ambas direcciones. Un socio español más fuerte asegura la consolidación de la relación bilateral y refuerza la proyección europea marroquí; a la vez que la crisis francesa, podría abrir el margen para atraer nuevas inversiones y redibujar las cadenas de valor, si se sabe aprovechar.
En todo caso, Marruecos tiene la oportunidad de afianzar su interdependencia positiva con España, y capitalizar las debilidades de Francia; todo dependerá de la habilidad de Rabat para gestionar estas dos realidades europeas que de direccionarse en forma apropiada reforzaría el rol marroquí como un actor económico clave en la zona del Mediterráneo y en África.
13/09/2025
María Angélica Carvajal