En un escenario diplomático ya cargado de tensiones, el Consejo de Seguridad de la ONU ha convocado una sesión de emergencia que ha puesto de manifiesto la profunda fisura en el orden internacional. La discusión central: un ataque israelí en Doha, capital de Catar, un acto que ha reverberado con la fuerza de un seísmo político y ha desatado una ola de condenas, revelando las contradicciones y la impotencia inherentes a la diplomacia global.
La sesión, celebrada este jueves en Nueva York, contó con la presencia de figuras clave como el primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Catar, Sheikh Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, y su homólogo jordano, Ayman Safadi, junto a representantes de una significativa delegación árabe e islámica que incluía a Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Egipto, Iraq y Turquía. Todos acudieron para denunciar lo que se percibe como una agresión calculada y un asalto directo a los esfuerzos de mediación de paz.
Una condena «unánime» con sombras de impunidad
Antes incluso del inicio de las intervenciones, el Consejo de Seguridad emitió un comunicado de prensa unánime condenando «los recientes ataques ocurridos en Doha, sede de un mediador clave, el 9 de septiembre», y lamentando profundamente las víctimas civiles. Sin embargo, en un detalle que no pasó desapercibido, el comunicado evitó cuidadosamente nombrar a Israel como el autor. Fuentes diplomáticas sugieren que esta ambigüedad fue el resultado de una ardua negociación, donde la insistencia de los miembros llevó a Estados Unidos a ceder en la condena, pero no en la omisión del agresor, mientras que se mencionaba a Hamás en el contexto de los rehenes.
Este «compromiso» subraya la paradoja de la diplomacia en un conflicto tan polarizado: una condena colectiva al acto, pero una división persistente a la hora de asignar responsabilidades, un reflejo de las complejas alianzas y vetos que a menudo paralizan al máximo órgano de seguridad global. El comunicado también reafirmó el apoyo a la soberanía e integridad territorial de Catar, su papel vital en los esfuerzos de mediación (junto a Egipto y EE. UU.), y la prioridad de la liberación de rehenes y el fin del sufrimiento en Gaza.
Voces del sur global: Indignación y llamadas a la acción
Las intervenciones en la sesión dibujaron un cuadro de profunda indignación y frustración. Rosemary DiCarlo, subsecretaria general de Asuntos Políticos y Consolidación de la Paz de la ONU, calificó el ataque israelí en Doha de «impactante para el mundo» y advirtió sobre la apertura de un «nuevo y peligroso capítulo» en el conflicto. Destacó que el ataque tuvo como objetivo a individuos reunidos para discutir una propuesta de alto el fuego y liberación de rehenes, lo que «socava la confianza en los mecanismos que dependemos para resolver conflictos».
Pero fue la voz de las naciones árabes la que resonó con mayor fuerza. El embajador de Argelia, Amar Benjamaa tildó el ataque de «acto ilegal» que se suma a un «historial interminable de violaciones sistemáticas israelíes». Para Benjamaa, «Israel actúa como si el derecho internacional no existiera, como si la soberanía de los Estados fuera un texto que se puede tachar a voluntad». Describió al gobierno israelí como «arrogante y enloquecido, arrastrando al mundo al abismo», y deploró el «silencio» del Consejo, que permanece «atado, incapaz incluso de nombrar al agresor». Su llamado a la acción real, incluyendo sanciones, antes de que sea «demasiado tarde», fue un eco de la desesperación que muchos sienten.
Similarmente, el embajador de Pakistán, Asim Iftikhar Ahmad, denunció una «agresión ilegal e injustificada» y alertó que este no es un «incidente aislado, sino parte de un enfoque sistemático de agresión israelí continua». Insistió en que las «respuestas débiles del Consejo de Seguridad han animado a Israel a proseguir con su escalada».
Catar y Jordania: Un ataque a la mediación y la paz
El punto culminante de la sesión llegó con las palabras del primer ministro catarí, Sheikh Mohammed bin Abdulrahman Al Thani. Describió el ataque israelí como «traicionero», perpetrado por un «liderazgo extremista alejado del comportamiento de las naciones civilizadas que creen en la paz», y advirtió que pone a prueba la totalidad del sistema internacional. Para el Sheikh, las continuas violaciones israelíes demuestran que sus líderes actuales están «intoxicados por el poder porque tienen garantizada la impunidad». De manera incisiva, argumentó que el ataque a Catar precisamente mientras mediaba «reveló las intenciones premeditadas de Israel de frustrar cualquier esfuerzo de paz», cuestionando si la liberación de rehenes es realmente una prioridad si se ataca durante las negociaciones. Catar, aseguró, continuará su papel diplomático, pero «no tolerará ningún ataque a su soberanía y seguridad» y se reserva el derecho de responder.
El ministro de Asuntos Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, ofreció la descripción más vehemente, calificando al gobierno israelí de «paria, manchado de sangre inocente, imbuido de extremismo y odio, que no se preocupa por el derecho internacional ni se detiene ante los valores humanos». Para Safadi, Israel lanzó un «ataque cobarde» a Doha, una «burda encarnación de la traición» a un estado mediador. Recalcó que la «realidad es que no hay un socio israelí real para trabajar por una paz justa en este momento», y que la «arrogancia» del gobierno israelí debe ser frenada.
La posición Occidental: Condena del acto, no del propósito
Las intervenciones de Estados Unidos y Reino Unido, aunque condenaron el ataque en Doha, revelaron una postura más matizada y, para algunos, contradictoria. La representante estadounidense, Dorothy Shea, ofreció condolencias explícitamente solo por la víctima catarí, excluyendo a los palestinos. Si bien reconoció que el «bombardeo unilateral en Catar no sirve a los objetivos de Israel ni de Estados Unidos», reiteró que la «erradicación de Hamás y otros grupos terroristas es un objetivo que debe lograrse». La embajadora británica, Barbara Woodward, expresó plena solidaridad con Catar y advirtió que los ataques «socavan las negociaciones de alto el fuego», pero también afirmó que «Hamás es una organización terrorista que no puede tener ningún papel en el futuro gobierno de Gaza». Ambas potencias occidentales, mientras condenaban un acto específico, mantuvieron su respaldo a los objetivos militares israelíes, creando una tensión inherente en sus llamados a un alto el fuego y la liberación de rehenes.
Implicaciones: Un tejido de confianza resquebrajado
Este incidente no es un evento aislado; es un síntoma de una erosión más profunda del derecho internacional y del tejido mismo de la confianza en las relaciones diplomáticas. Cuando un mediador crucial es atacado en su propio territorio, en medio de negociaciones vitales, se envía un mensaje escalofriante a cualquier actor dispuesto a tender puentes en futuros conflictos.
El Consejo de Seguridad, una vez más, se encuentra en la encrucijada de su propia eficacia. La incapacidad de nombrar al agresor, la polarización de los miembros permanentes y la sensación de impunidad que muchos atribuyen a Israel, amenazan con socavar aún más la credibilidad de la ONU. La solidaridad expresada por las naciones árabes y del Sur Global con Catar es un reflejo de una creciente desafección con un sistema que perciben como injusto e ineficaz. La audacia del ataque en Doha, la retórica incendiaria en el Consejo y la precariedad de la paz en la región, dejan en claro que el reloj de la inestabilidad sigue avanzando, y el futuro de la diplomacia en Oriente Medio pende de un hilo cada vez más fino.
Mohamed BAHIA
12/09/2025