Bajo el halo de las luces de la Arthur Ashe y ante la mirada expectante de un público global, Carlos Alcaraz no solo ha conquistado su segundo US Open, sino que ha enviado un mensaje rotundo al panorama del tenis mundial: el rey ha vuelto. En una final que prometía ser el clásico moderno, el murciano demolió a Jannik Sinner con un contundente 6-2, 3-6, 6-1 y 6-4, culminando una exhibición de poderío que no solo le devuelve el trono neoyorquino, sino también la codiciada posición de número uno del ranking ATP.
La victoria de anoche no fue un mero añadido a su palmarés; fue una declaración de intenciones, una reconquista doble que sella el fin de un interregno de 104 semanas en las que Sinner había portado la corona mundial. Alcaraz, que ya había saboreado la gloria en la Gran Manzana en 2022 con un premio similar, ha cuajado un año de ensueño para reclamar, con absoluta justicia, el lugar que tanto ha anhelado. Este sexto título de Grand Slam no solo lo consolida como una fuerza imparable, sino que lo sitúa, una vez más, como el segundo tenista más joven de la historia en alcanzar tal cifra, solo por detrás del legendario Björn Borg. Un paralelismo que subraya la magnitud de su proyección.
El duelo contra Sinner, ya un pilar fundamental de la narrativa del tenis contemporáneo, añadió otro capítulo a su creciente rivalidad. Aunque el italiano había infligido a Alcaraz un doloroso revés en Wimbledon, la cancha dura de Nueva York fue el escenario de la redención. La hoja de ruta de Alcaraz fue clara desde el primer servicio: golpear primero, imponer su ritmo y desquiciar al rival. Ni siquiera el inusual retraso provocado por la presencia de dignatarios pudo desviar la concentración de un Alcaraz que, con su derecha imparable y una variación de golpes digna de un maestro, llevó a Sinner a un terreno de frustración pocas veces visto.
La estrategia de Alcaraz fue una orquestación maestra. Abrió cada set con una intención de quiebre que a menudo se materializaba, sometiendo a Sinner a una presión constante. El italiano, pese a un fugaz resurgimiento en el segundo set donde logró igualar el marcador y romper la racha inmaculada de Alcaraz en el torneo, no pudo mantener el pulso ante el arsenal del murciano. Los cambios de altura, el devastador *slice* y la martillante derecha de Alcaraz hicieron bailar a Sinner por la pista, forzándolo a cometer 28 errores no forzados y a arrojar su raqueta en un gesto de desesperación que encapsuló la impotencia de su situación. La diferencia física, la capacidad de Alcaraz para mantener una intensidad abismal en cada punto, fue determinante.
La entrega del trofeo de manos de Ivan Lendl no solo simbolizó la victoria en el US Open, sino que cimentó la posición de Alcaraz en un club exclusivo. Con dos títulos de Grand Slam en cada superficie (cemento, hierba y arcilla), se une a un cuarteto de leyendas –Djokovic, Nadal y Wilander– como los únicos hombres en lograr esta hazaña en la Era Abierta. Un testimonio irrefutable de su versatilidad y su capacidad de adaptación.
Seis coronas en siete finales, una efectividad pasmosa que sigue rompiendo récords y reescribiendo la historia. Carlos Alcaraz no solo persigue el sueño de «ser el mejor de toda la historia», sino que con cada actuación, con cada título y con cada desafío superado, va construyendo una leyenda que ya resuena con fuerza propia. El telón del US Open 2025 cae, pero la narrativa de un tenista que desafía los límites y redefine la excelencia apenas ha comenzado. El futuro del tenis, sin duda, tiene acento español.
08/09/2025