El reciente acercamiento de España y Francia a Marruecos, en el marco del respaldo al plan de autonomía del Sáhara, ha desencadenado un endurecimiento notable en la postura de Argelia hacia ambos países. La nueva estrategia de Argel combina presión diplomática y migratoria en un intento por proteger sus intereses regionales y proyectar poder con su continente vecino. Madrid y París han sufrido las consecuencias directas, mientras que Roma emerge como un receptor de la nueva diplomacia argelina.
En este contexto, la presión migratoria se ha convertido en un instrumento de facto. Según datos de ACNUR, en los primeros ocho meses de 2025, el 18% de los inmigrantes llegados a España por vía marítima procedía de Argelia, un aumento notable respecto a años anteriores y en contraste con Marruecos, que ha reducido sus flujos hacia costas españolas gracias a un control fronterizo reforzado. Las rutas desde Argelia hacia Baleares, Almería y Murcia muestran un incremento sostenido, mientras los medios argelinos no ocultan el uso de esta migración como mecanismo de influencia sobre las políticas españolas y francesas.
En el plano diplomático, Argelia ha respondido a la aproximación de Francia a Marruecos con medidas contundentes que han incluyen expulsión de diplomáticos, restricciones de visados y cancelación de acuerdos bilaterales, aumentando el distanciamiento con París. Los episodios de detenciones de figuras críticas con el régimen argelino han tensionado aún más la relación, evidenciando una estrategia selectiva de Argelia con una presión directa sobre Francia y España, mientras mantiene relaciones estables con otros aliados internacionales, incluidos Estados Unidos y Reino Unido.
Por su parte, Italia se ha convertido en el gran beneficiario del endurecimiento argelino hacia sus vecinos españoles y franceses. La cumbre intergubernamental Italia-Argelia del pasado julio consolidó más de 40 acuerdos estratégicos en energía, industria y tecnología. Además, Italia ha recibido pocos migrantes argelinos y ha reforzado la cooperación diplomática y económica, demostrando un pragmatismo que Argelia considera útil para proyectar su influencia sin costos adicionales.
Este comportamiento político deja claro que Argelia está apostando por represalias concentradas en países percibidos como vulnerables, mientras se fortalecen alianzas con actores estratégicos. Para la Unión Europea, estas dinámicas plantean desafíos significativos. La falta de una política exterior cohesionada ha dejado a los Estados miembros caminando de manera dispersa frente a las tensiones que se viven en la zona del Magreb.
Francia, histórica y económicamente vinculada a la región, enfrenta a su vez, un dilema entre mantener su influencia y gestionar las represalias de Argelia. España, combina un tipo de pragmatismo económico y preocupación por los flujos migratorios, quedando atrapada entre la presión argelina y la necesidad de garantizar estabilidad regional sin cooperación o interés para revertir la situación por parte de Argelia.
De esta manera, el conflicto en el Sáhara sigue siendo un detonante geopolítico central, pero no el único que determina las relaciones entre Marruecos, Argelia y Europa. Las relaciones argelino-marroquíes condicionan la seguridad energética, la migración irregular, la cooperación transnacional contra el crimen y el terrorismo, así como la estabilidad de la UE en su conjunto. Sin embargo, la diversificación de alianzas de Argelia, especialmente hacia Italia y otros socios, subraya la necesidad de que la UE adopte un enfoque común y coordinado que equilibre intereses económicos, diplomáticos y de seguridad en el Mediterráneo.
María Angélica Carvajal
01/09/2025