En un momento en que la propuesta de autonomía presentada por Marruecos recibe cada vez más apoyos internacionales, el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa vuelve a reafirmar su alineamiento con el Polisario. Una decisión que refleja más necesidades políticas internas que una estrategia exterior coherente.
El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa utilizó nuevamente su mensaje semanal a la nación para reiterar la “solidaridad de principio” de su país con el Frente Polisario. Esta declaración llega en un contexto en el que el plan marroquí de autonomía, puesto sobre la mesa en 2007, se consolida como la propuesta más realista y gana respaldo de potencias influyentes como Estados Unidos, Francia o el Reino Unido.
Este discurso de Ramaphosa se inscribe en una lógica heredada del pasado, anclada en viejos reflejos ideológicos, y contrasta con la lectura pragmática que hoy predomina en África. Lejos de reforzar el liderazgo de Pretoria, esta posición la coloca en un aislamiento creciente frente a la dinámica continental.
La insistencia de Ramaphosa coincidió con la novena edición del foro Japón–África (TICAD 9), donde, pese a centrarse en la cooperación económica con Tokio, introdujo el tema del Sáhara en su discurso. Esta instrumentalización de foros internacionales para cuestionar a Marruecos se percibe, en el continente, como un acto de hostilidad que no contribuye a la estabilidad regional.
Las relaciones entre Rabat y Pretoria nunca han alcanzado un equilibrio sólido. Una paradoja, si se recuerda que Marruecos fue uno de los países que más apoyó los movimientos de liberación contra el apartheid, brindando respaldo diplomático y logístico. Nelson Mandela llegó a reconocer públicamente este papel y a agradecer al Rey Hassan II y a figuras marroquíes históricas como Abdelkrim El Khattabi.
Sin embargo, Sudáfrica ha preferido distanciarse de ese legado y mantener una postura de confrontación en lugar de capitalizar los lazos forjados en la lucha contra la segregación.
La coyuntura política interna parece pesar más en esta actitud que las consideraciones diplomáticas. Tras perder la mayoría parlamentaria por primera vez, el Congreso Nacional Africano (ANC) se vio forzado a formar un gobierno de unidad nacional en medio de una profunda crisis económica y social. En este escenario, Ramaphosa habría encontrado en la causa del Polisario un recurso discursivo para movilizar apoyos y desviar la atención de los problemas internos.
Aun así, el consenso sudafricano en torno al Polisario ya no es tan firme. Nuevas fuerzas políticas, como el partido uMkhonto we Sizwe, han mostrado disposición a acercarse a la postura marroquí, defendiendo el valor del plan de autonomía como salida viable.
Este giro progresivo refleja una apertura hacia una visión más pragmática, alineada con la tendencia internacional que ve en la autonomía la única vía seria y realista de solución. El contraste es aún más evidente si se recuerda que Jacob Zuma, expresidente sudafricano, calificó en su día cualquier intento de separar al Sáhara del Reino como “un ataque contra la unidad africana”. Una línea, no obstante, que su sucesor ha optado por romper.
27/08/2025