La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que había experimentado una relativa calma tras las negociaciones tecnológicas celebradas en Madrid en julio, ha entrado en una nueva fase de confrontación. El presidente estadounidense Donald Trump anunció este viernes un arancel adicional del 100% sobre los productos chinos, elevando las tarifas hasta un 130%, y controles de exportación sobre todo “software crítico” a partir del 1 de noviembre.
Esta decisión llega acompañada de la suspensión de su encuentro con el presidente chino Xi Jinping, previsto para la cumbre de APEC en Corea del Sur, y marca un punto un nuevo punto negro en una relación bilateral que se había mantenido en una tensa tregua desde febrero de 2025.
Según Trump, las nuevas medidas se deben a la “agresiva postura” de Pekín tras el anuncio de nuevos controles a la exportación de minerales de tierras raras, esenciales para la producción de semiconductores, automóviles eléctricos y equipos militares. Sin embargo, la reacción de los mercados internacionales refleja un temor más amplio donde se especula sobre el riesgo de una recesión global inducida por el conflicto entre las dos mayores economías del planeta.
Pues ya aparecen ciertos indicios que limitan el optimismo económico mundial. El índice S&P 500 cayó un 1,5%, el Nasdaq perdió hasta 2,4%, y el yuan retrocedió a su nivel más bajo frente al dólar desde diciembre de 2023. Además, China enfrenta una desaceleración sostenida, en septiembre de 2025, la inflación se situó en apenas 0,4% interanual, su nivel más bajo en dos años, mientras las exportaciones cayeron un 8,7% respecto al mismo mes de 2024, lastradas por la débil demanda externa y las restricciones tecnológicas occidentales. A esto se suma que el PIB chino del tercer trimestre creció solo un 4,1%, frente al 5,2% registrado a inicios del año, confirmando la pérdida de dinamismo de la economía asiática.
Mientras que al otro lado del Pacífico, Estados Unidos tampoco atraviesa un momento de fortaleza. Tras un primer trimestre robusto impulsado por el gasto público y la inversión manufacturera, la economía estadounidense creció apenas un 1,6% en el tercer trimestre, frente al 3,1% de enero, según datos del Departamento de Comercio de ese país. La inflación, que había retrocedido al 2,6% en junio, volvió a repuntar al 3,2% en septiembre, y la confianza del consumidor cayó a su nivel más bajo en 17 meses. Los indicadores actuales y el anuncio de nuevos aranceles aumentan el temor al incremento de los precios de bienes importados y contribuyan a una mayor desaceleración del consumo interno.
Las tensiones comerciales también afectan a sectores estratégicos. China ha iniciado una investigación antimonopolio contra Qualcomm y aplicado tarifas portuarias adicionales a los buques estadounidenses, mientras que Washington prepara restricciones a los chips de inteligencia artificial y a las empresas tecnológicas vinculadas al ecosistema de Huawei. De esta manera, se hace evidente que ambos gobiernos parecen dispuestos a utilizar la interdependencia tecnológica como arma de negociación, con implicaciones directas en la cadena global de suministro.
La medida de Trump ha sido interpretada como un intento de presión política en un año electoral, pero los efectos económicos podrían ser difíciles de contener. Cada vez es más clara la fragilidad de la relación bilateral entre China y Estados Unidos, pues durante el 2025 se ha visto que tras cada nueva escalada, se anuncia una tregua, per luego la situación lo empeora, y la imprevisibilidad que ha acompañado a la administración Trump, agudiza la rivalidad con el gigante asiático.
Asimismo, el conflicto comercial entre Washington y Pekín, que comenzó con los primeros aranceles en febrero de 2025, se ha convertido en un factor estructural de incertidumbre para la economía global. Si bien ambas potencias reconocen su interdependencia, China sigue siendo uno de los principales destinos de exportaciones agrícolas estadounidenses, y Estados Unidos depende de los insumos industriales chinos, pero la tendencia actual apunta hacia un desacoplamiento económico progresivo.
Ante esta situación, la preocupación internacional se centra entre tanto en que con dos economías debilitadas y una política comercial guiada por la confrontación, cada nuevo capítulo de esta guerra deja claro que el costo no es solo para China o Estados Unidos, sino para un sistema global que aún no se recupera plenamente de los shocks de los últimos años, ni está preparada para una confrontación entre los dos mayores gigantes económicos del mundo.
11/10/2025
María Angélica Carvajal









