La tranquilidad de Rabat se vio alterada este jueves con la detención de un grupo de jóvenes acusados de fabricar cócteles Molotov. El hallazgo, digno de un relato urbano más que de la realidad, ha despertado preocupación en torno al acceso de los adolescentes a prácticas peligrosas inspiradas en la red.
Según fuentes de seguridad, todo comenzó cuando un menor de 17 años fue sorprendido portando una mochila cargada con ocho artefactos incendiarios, cinco de ellos ya preparados con líquido inflamable. No se trataba de un experimento inocente: el combustible provenía de una estación de servicio, y los investigadores sospechan que el grupo planeaba utilizarlo en represalia por una supuesta agresión anterior.
Una fuga breve y un arresto en cadena
El joven no actuaba solo. Tres acompañantes huyeron en un primer momento, pero las operaciones policiales derivaron rápidamente en la captura de la mayoría de los implicados, entre ellos estudiantes y un aprendiz de peluquero, todos con apenas 18 o 19 años. Los registros posteriores sacaron a la luz pruebas aún más inquietantes: polvo químico destinado a intensificar el poder de los artefactos.
Los agentes también hallaron indicios que ubicaban a los adolescentes probando parte de su improvisado arsenal en un terreno baldío del barrio Bizanta. La elección del lugar no fue casual: allí vive, según los arrestados, la persona a la que responsabilizan de un robo y una agresión cometida contra uno de ellos.
Un montaje “aprendido en internet”
El detalle que más alarma causó entre las autoridades es la confesión de los jóvenes: aseguraron haberse inspirado en vídeos colgados en redes sociales, algunos vinculados a disturbios recientes en ciudades del norte del país. Una muestra contundente de la capacidad de la web para convertirse en guía peligrosa cuando se combina con el descontento y la ingenuidad de la juventud.
Un caso con ramificaciones sociales
Más allá del expediente judicial —ahora en manos de la Brigada de la Policía Judicial bajo órdenes de la fiscalía—, el episodio abre un debate espinoso: ¿qué lleva a un grupo de adolescentes a crear, con métodos caseros pero intenciones claras, armas incendiarias? ¿Es solo imitación, una chispa de venganza, o el reflejo de relaciones cada vez más tensas entre jóvenes y entornos que sienten hostiles?
El hecho, en todo caso, envía un mensaje inequívoco: la fragilidad social y el acceso ilimitado a contenidos radicalizantes forman una combinación explosiva… en más de un sentido.
03/10/2025