El Reino de Marruecos y la Unión Europea han dado un paso tangible hacia la consolidación de su asociación estratégica. En la sede de la Comisión Europea se firmó un intercambio de cartas que modifica el acuerdo agrícola vigente entre ambas partes, otorgando a los productos del Sáhara el mismo acceso preferencial al mercado comunitario que disfruta el resto del país.
El acto, rubricado en representación de Marruecos por Ahmed Réda Chami, embajador del Reino ante la UE, otorga aplicación provisional inmediata al acuerdo, mientras se completan los procedimientos internos de ratificación en Bruselas y Rabat.
Más allá del aspecto técnico, el mensaje político es claro: se trata de una confirmación de la solidez de un vínculo que se presenta como multidimensional y creciente. Bruselas reconoce así, de facto, la integración del Sáhara en la arquitectura económica común, un gesto que fortalece la relación comercial y al mismo tiempo la confianza mutua.
Uno de los elementos más visibles del nuevo texto es la exigencia de etiquetado en los productos agrícolas que indique su región de origen, como “El Aaiún-Saguía el-Hamra” o “Dajla-Río de Oro”. Este detalle, aparentemente burocrático, responde en realidad a una doble lógica: ofrecer transparencia al consumidor europeo y dar visibilidad internacional a las zonas productivas meridionales.
El precedente más cercano se encuentra en el acuerdo de 2018, cuando ambas partes ya habían utilizado el formato de “intercambio de cartas” para blindar su cooperación comercial. Siete años después, el escenario ha cambiado, con una Unión Europea necesitada de diversificar proveedores y con un Marruecos consolidado como primer socio económico de la UE en África y en el mundo árabe.
Según estimaciones difundidas en Rabat, la medida impactará positivamente en el producto interior bruto agrícola, al estimular las exportaciones y generar nuevas oportunidades de inversión y empleo en el Sáhara. Para las autoridades marroquíes, el acuerdo funciona como palanca de desarrollo territorial, mientras que para Bruselas supone el aseguramiento de un flujo estable de productos agrícolas en un momento de tensiones globales en las cadenas de valor.
En términos estratégicos, el nuevo ajuste abre la puerta a una cooperación más ambiciosa. Al fortalecer los mecanismos políticos ya existentes, sienta las bases de un partenariado reforzado, en el que la dimensión comercial funciona como catalizador de un vínculo más amplio: económico, político y geopolítico.
En suma, lo firmado en Bruselas no es solo una actualización técnica de un tratado agrícola. Es una señal de que Marruecos y la Unión Europea están dispuestos a ir un paso más allá en una relación que mezcla pragmatismo económico con cálculo estratégico. Rabat se afianza como socio fiable y puente clave hacia África; Bruselas, por su parte, consolida su acceso a un mercado dinámico y a un socio regional cuya influencia no deja de crecer.
El trasfondo es evidente: en un mundo en el que las cadenas de suministro se han convertido en armas geopolíticas, Marruecos y la UE han optado, esta vez, por el cultivo de la confianza.
03/10/2025