El Reino de Marruecos y la Unión Europea han dado un paso decisivo en el fortalecimiento de su relación estratégica al concluir con éxito las negociaciones para la actualización del acuerdo agrícola que los vincula desde hace décadas. El anuncio, realizado en Rabat por el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, marca un momento de inflexión que trasciende lo puramente comercial y proyecta claras implicaciones geopolíticas.
El acuerdo, que será rubricado en Bruselas en los próximos días y aplicado provisionalmente en cuanto se plasme la firma, incorpora novedades técnicas y jurídicas, pero mantiene la esencia de lo pactado en 2018. Su particular importancia reside en que consolida la integración del Sáhara en el marco de los intercambios con Europa, aplicando a esta región las mismas tarifas preferenciales que al resto del país.
En términos prácticos, ello significa que los productos agrícolas procedentes de El Aaiún-Saguía el-Hamra y Dajla-Río de Oro podrán competir en el mercado comunitario en igualdad de condiciones con los del norte marroquí. Para mayor transparencia, el texto establece que el etiquetado informará al consumidor europeo sobre el origen regional de cada producto.
Más que tomates y cítricos: un mensaje político velado
Aunque Bourita se apresuró a describir el acuerdo como «sectorial, comercial y operativo», las implicaciones políticas son innegables. Bruselas y varias capitales europeas han reiterado en los últimos años su valoración positiva del plan marroquí de autonomía como salida al conflicto del Sáhara. El pacto agrícola, en consecuencia, se convierte en símbolo de esa convergencia: la economía como herramienta diplomática.
El momento también resulta de manual: apenas una semana después, Estados Unidos reafirmó su respaldo a Marruecos, mientras Francia prepara un foro económico en Dajla y el Reino Unido trabaja en nuevos instrumentos de financiación para proyectos en la región sahariana. El mapa económico internacional parece consolidar al Sáhara como puerta de entrada a África Occidental y pivote entre el Atlántico y el Mediterráneo.
Impacto doméstico: empleo y PIB
El acuerdo aportará beneficios tangibles a la economía marroquí. El ministro subrayó que reforzará el PIB agrícola y ayudará a mantener decenas de miles de puestos de trabajo. Marruecos exporta cada año productos por más de 60.000 millones de euros a la UE, lo que convierte a Europa en su primer socio comercial. La modernización del marco jurídico agrícola es, en este contexto, una garantía de estabilidad y previsibilidad para productores e inversores.
Una asociación en expansión
El acuerdo agrícola no es un fin en sí mismo, sino un engranaje más en una relación que abarca comercio, política, seguridad, migraciones, digitalización y cultura. Como recordó Bourita, el rey Mohammed VI ha insistido constantemente en “acciones concretas” que alimenten la cooperación euro-marroquí. Ante un vecindario plagado de crisis y tensiones, el “gradual pero constante progreso” favorece que ambas orillas del Mediterráneo encaren su futuro con mayor serenidad.
Pragmatismo y visión estratégica
Lejos de limitarse a la exportación de tomates o pescado, este acuerdo tiene un valor simbólico notable: legitima, en la práctica, la presencia de Marruecos en el Sáhara y proyecta la región como un eje de desarrollo continental. Al mismo tiempo, envía un mensaje a grandes potencias sobre el papel de Marruecos como socio fiable y puente euroafricano.
Si en las relaciones internacionales la economía suele ser el lubricante silencioso de la diplomacia, este texto es un recordatorio de que los tratados agrícolas pueden abrir más puertas de las que cierran. En definitiva, Bruselas y Rabat acaban de cocinar un menú que, sin pretensiones culinarias, parece destinado a alimentar una alianza estratégica de largo recorrido.
02/10/2025