El jueves 2 de octubre se convirtió en un nuevo capítulo de tensión social en Francia. Miles de trabajadores, estudiantes y jubilados salieron a las calles en la segunda gran jornada de movilización contra las políticas de austeridad impulsadas por el Ejecutivo. La convocatoria, liderada por la intersindical, busca frenar el proyecto presupuestario que el primer ministro Sébastien Lecornu, recién instalado en Matignon y aún sin conformar su gobierno completo, pretende presentar en las próximas semanas.
Aunque se prevé una participación algo menor que en la movilización de septiembre —cuando entre medio millón y un millón de personas según las fuentes inundaron las calles—, los sindicatos subrayan que la fuerza del movimiento no se mide solo por el número de manifestantes, sino por su persistencia y capacidad de presión.
Lo que está en juego
Los reclamos siguen siendo directos y repetidos desde hace semanas:
Fin de los presupuestos de austeridad.
Un auténtico principio de justicia fiscal, que implique que las grandes fortunas y empresas paguen más.
Mayor inversión en servicios públicos, transición ecológica justa y reindustrialización.
El nombre que más ruido ha hecho en estos debates es el de la «tasa Zucman», un impuesto sobre los patrimonios más elevados que Lecornu rechaza de plano. El primer ministro insiste en que no es la vía adecuada para equilibrar las cuentas, posición que ha cerrado todo espacio de acuerdo inmediato con las centrales sindicales.
Gesto mínimo, paciencia escasa
En un intento de ganar algo de oxígeno político, el miércoles Lecornu envió una carta a las organizaciones sociales prometiendo introducir en el presupuesto de la Seguridad Social de 2026 una medida favorable a las jubilaciones femeninas. El gesto, percibido más como táctica que como concesión sustancial, fue recibido con frialdad. “No responde a nuestras demandas profundas”, replicó Gérard Ré, de la CGT.
El problema para Lecornu es que este pulso callejero llega cuando aún no logra consolidar su base parlamentaria. En otras palabras, su margen de maniobra es mínimo, y cualquier percepción de debilidad podría convertir el presupuesto en la primera gran derrota de su mandato.
Fuego cruzado en la política francesa
Desde la izquierda, la consigna es clara: “hay que subir el tono” contra la orientación económica y social del Ejecutivo. Diputados ecologistas y socialistas piden endurecer la presión parlamentaria para obligar al gobierno a rectificar.
En el otro extremo, el Agrupación Nacional (RN) observa con ironía la tormenta: “Macron cosecha lo que ha sembrado”, declaró su vocero Philippe Ballard, aunque advirtió que la extrema derecha mantiene distancia de unas centrales sindicales que en elecciones llaman abiertamente a bloquear sus avances.
El pulso social y económico
El trasfondo de la movilización trasciende el presupuesto inmediato. La intersindical insiste en que los más de 211.000 millones de euros en ayudas públicas a las empresas deberían condicionarse a compromisos sociales y ambientales, mientras que el deterioro en hospitales, escuelas y transportes refuerza la sensación de que el Estado exige sacrificios a los mismos de siempre, mientras otros reciben subvenciones sin contrapartidas.
Una película repetida… pero distinta
Francia tiene larga tradición de huelgas masivas; sin embargo, la coyuntura actual añade elementos inéditos:
Un gobierno recién nombrado pero todavía sin pie firme.
Una oposición parlamentaria fragmentada pero dispuesta a capitalizar el malestar.
Un movimiento sindical que, aunque numéricamente más débil que en sus mejores épocas, conserva capacidad de bloqueo en transportes, educación y energía.
En resumen, la batalla de octubre es más que una protesta laboral; es la primera gran prueba política para Lecornu y, de manera indirecta, otro examen de resistencia para Emmanuel Macron en la recta final de su mandato.
Y si algo enseña la historia social francesa es que una movilización que parece desgastada puede, en un giro inesperado, reaparecer con más fuerza. Porque en Francia, cuando los ánimos arden en las calles, el calendario político tiembla.
02/10/2025