En los concurridos pasillos del Aerospace Meeting de Casablanca, el ruido de las negociaciones esconde una melodía más profunda: la del despegue definitivo de Marruecos como potencia industrial. Lo que se escenificó el martes no fue una simple firma de protocolos, sino la colocación de los cimientos de una nueva era para la industria aeroespacial del reino. Tres acuerdos, aparentemente técnicos, son en realidad tres potentes motores que impulsan al país hacia un nuevo estrato en la cadena de valor global.
La estrategia es clara y ambiciosa: Marruecos ya no se conforma con ser una plataforma de manufactura de bajo coste. Ahora busca convertirse en un ecosistema de alta tecnología, un socio insustituible en la producción de componentes críticos. El protagonista de este movimiento es el gigante estadounidense Collins Aerospace, que, a través de estos pactos, no solo invierte, sino que ancla su cadena de suministro en suelo marroquí, delegando la fabricación de piezas cada vez más complejas a proveedores locales.
Analicemos las claves de esta jugada maestra. El primer acuerdo, con Ratier-Figeac (filial de la propia Collins), internaliza la producción de equipos de cabina y pilotaje, transfiriendo tecnología y know-how en equipamiento crítico. El segundo, con la francesa Nicomatic, crea una unidad industrial para un nicho de alta especialización: los paneles retroiluminados para cabinas, un componente estratégico que consolida la posición marroquí. Finalmente, la alianza con la irlandesa REDSTART Aero para expandir la fabricación de piezas mecanizadas de alta precisión es la confirmación de que el país está listo para competir en el terreno de la ingeniería de precisión, el verdadero ADN de la aeronáutica moderna.
Según el ministro de Industria, Ryad Mezzour, esto consolida «un ecosistema de aprovisionamiento integrado». Pero la traducción de este lenguaje diplomático es más contundente: Marruecos está tejiendo una red tan densa y especializada que sacar al país de la ecuación de la aviación mundial será, en un futuro próximo, logísticamente imposible para muchas grandes corporaciones.
Sin embargo, las fábricas son solo el hardware de esta visión. El software es el talento. La inauguración del «AMC Lab», un centro de prototipado rápido impulsado por el clúster aeroespacial marroquí, es quizás la pieza más reveladora del rompecabezas. No se trata solo de construir, sino de inventar. Este laboratorio está diseñado para «acelerar el paso de la idea al producto», nutriendo un semillero de ingenieros y técnicos capaces de innovar y no solo de ejecutar.
Este ecosistema se apoya, además, en un capital humano que ya es un caso de estudio. Ali Seddiki, director de la agencia de inversiones, destacó una cifra que rompe con los estereotipos industriales: casi el 40% de la fuerza laboral del sector son mujeres. Este no es un dato menor, sino una ventaja competitiva que habla de una modernización social que impulsa el desarrollo económico.
El Aerospace Meeting de Casablanca, por tanto, trasciende la naturaleza de una feria comercial. Es una declaración de intenciones. Mientras el mundo mira a los grandes fabricantes, Marruecos, con una estrategia de Estado silenciosa pero implacable, está construyendo las turbinas, los conectores y los cerebros que permitirán que esos aviones sigan volando. El reino no solo quiere ser parte de la cadena de suministro; aspira a ser uno de sus eslabones irrompibles.
01/10/2025