En el intrincado tablero geopolítico del Magreb, donde la información es un arma y la desinformación, una estrategia de guerra, la noticia publicada por el diario español El Confidencial sobre la presunta fuga del general argelino Abdelkader Haddad, alias «Nasser el Yinn», ha actuado como un sismógrafo. No tanto por lo que revela -la veracidad del evento sigue siendo un campo de batalla-, sino por la virulencia y la estructura de la negación desplegada desde Argel. La reacción de los medios oficialistas argelinos no es solo un desmentido; es un síntoma perfecto de la neuralgia que recorre el régimen cuando se cuestiona la impenetrabilidad de su fortaleza.
Periódicos como El Khabar y Le Soir d’Algérie, voces amplificadas en el coro del poder, no se limitan a refutar la información. La descalifican como una «fabricación» urdida por «el Majzén marroquí» y sus «fábricas de noticias falsas». Acusan a El Confidencial y, significativamente, al prestigioso Le Monde, de ser meros títeres en una campaña de intoxicación destinada a «golpear la institución militar argelina» y a «socavar la confianza con sus socios europeos». La retórica es totalizante: no hay grieta, no hay fuga, solo hay una conspiración externa.
Sin embargo, esta narrativa de la negación absoluta tropieza con un obstáculo formidable: la naturaleza de las fuentes periodísticas citadas. Resulta cuando menos curioso que el Majzén, al que se pinta como un titiritero omnisciente, haya elegido para su supuesta operación de falsificación precisamente a medios cuya línea editorial no se caracteriza por la complacencia con Rabat. Le Monde mantiene un periodismo rigurosamente crítico con todos los actores de la región.
Y, en el caso español, la figura de Ignacio Cembrero en El Confidencial resulta particularmente elocuente. Cembrero, un periodista de larga trayectoria en la cobertura del Magreb, ha cultivado una línea editorial notoriamente crítica hacia Marruecos en numerosos asuntos, desde la cuestión del Sáhara hasta las dinámicas de poder internas. Que ahora Argel lo sitúe como un simple transmisor de la narrativa marroquí no solo revela una simplificación burda de su trabajo, sino sobre todo una incapacidad estratégica para concebir que un periodista occidental pueda, por sus propios métodos y fuentes, llegar a una conclusión que, aunque resulte incómoda para el régimen argelino, no responde a una agenda externa, sino a la revelación de una grieta interna.
El golpe a la narrativa de la fortaleza
¿Por qué, entonces, esta reacción tan visceral? La respuesta yace en la naturaleza misma de la noticia. La supuesta fuga de un general de la talla de «Nasser el Yinn» -ex director de la Seguridad Interior y, se rumorea, un «baúl de secretos» de la élite- no es un simple bochorno. Es un golpe directo al núcleo de la narrativa de poder en Argel: la del Estado como fortaleza inexpugnable, con un ejército unido y monolítico como pilar inquebrantable.
La historia contada por El Confidencial y amplificada por Le Monde pinta un cuadro muy diferente: el de un general que huye «como un harraga» (inmigrante ilegal) en un bote, burlando la vigilancia a la que estaba sometido; el de una capital, Argel, sumida en una noche de despliegue policial «sin precedentes desde la década negra»; el de un Consejo de Seguridad reunido de urgencia. Esta imagen, cierta o no, socava la proyección de fuerza y control que es vital para el régimen. Sugiere pugnas internas, miedo, descoordinación y, lo más peligroso, la posibilidad de que los secretos de Estado puedan cruzar el Mediterráneo en una patera.
Los medios argelinos, al negar rotundamente el evento, intentan tapar esta grieta en el muro. Pero al hacerlo con el burdo argumento de la conspiración marroquí, incurren en una paradoja: la desesperación de su negación otorga, involuntariamente, una pátina de credibilidad a la historia que intentan sofocar. Si nada hubiera pasado, una simple y serena nota de desmentido hubiera bastado. La furia, en cambio, delata la profunda sensibilidad del nervio que ha sido tocado.
La sombra del Majzén y el espejo argelino
El recurso constante al «Makhzen» como el gran villano es un lugar común en la retórica oficial argelina. Funciona como un comodín explicativo para cualquier crítica o revelación incómoda. En este caso, sin embargo, el argumento se vuelve contra sí mismo. Al insistir en que Marruecos tiene la capacidad de manipular a medios de referencia internacional para fabricar una noticia de esta magnitud, Argelia está, paradójicamente, magnificando el poder e influencia de su adversario. Le atribuye una capacidad de agency global que, en realidad, desmiente su propio discurso sobre la debilidad de la monarquía alauita.
Es un mecanismo de proyección. La intensa guerra mediática entre ambos países hace que cada evento se lea a través del prisma de la rivalidad bilateral. Para los estrategas de Argel, aceptar siquiera la posibilidad de que la fuga sea cierta implica conceder una victoria propagandística monumental a Rabat. Por ello, la negación debe ser absoluta, categórica y enmarcada en el único contexto que el régimen entiende: el de la guerra perpetua con su vecino.
El silencio elocuente y el ruido estratégico
Al final, nos quedamos con dos realidades paralelas e irreconciliables. Por un lado, la versión de dos periódicos europeos de solvencia, que, con todos sus posibles errores -nada humano les es ajeno-, se basan en fuentes y en un trabajo de campo sujeto a la ética periodística. Por el otro, la negación total de un aparato mediático estatal que, por sistema, prioriza la razón de Estado sobre la veracidad fáctica.
La elección del lector dependerá de su fe en las instituciones. Pero el análisis frío sugiere que la reacción argelina, con su tono conspirativo y su negativa a ofrecer ninguna prueba tangible más allá de la afirmación, es menos convincente que el relato periodístico que intenta demoler. El ruido estridente que sale de Argel no logra silenciar la pregunta incómoda: si nada de esto sucedió, ¿por qué el pánico?
La verdad sobre Nasser el Yinn quizás tarde en emerger, o quizás se pierda para siempre en las brumas del Mediterráneo. Pero la verdad sobre el estado de la política argelina, su profunda vulnerabilidad y su obsesión con el vecino del oeste, ha quedado, una vez más, dolorosamente al descubierto. En su intento por matar al mensajero, Argel no ha hecho sino confirmar la trascendencia del mensaje.
Mohamed BAHIA
29/09/2025