A pesar de los contratiempos técnicos y las presiones diplomáticas, la Flotilla Global Sumud mantiene firme su rumbo hacia la Franja de Gaza. La misión humanitaria ha enfrentado un revés significativo con la avería severa reportada del Family Boat cerca de Creta, que obligó a reubicar tanto la ayuda como a sus tripulantes en otras embarcaciones. Este incidente se suma a los ataques previos con drones incendiarios y obstáculos burocráticos que han marcado la travesía, demostrando la complejidad operativa de desafiar el bloqueo naval israelí.
El gobierno italiano ha intensificado sus esfuerzos para disuadir la iniciativa, con llamamientos públicos desde la Presidencia de la República hasta el Ministerio de Defensa. Pese a que una decena de activistas italianos abandonó la misión tras estas presiones, la mayoría de los aproximadamente cincuenta participantes de Italia optó por continuar. La portavoz Marí Elena Delia regresó a Roma para establecer diálogo institucional, pero dejó claro que la flotilla no se detendrá: «Aceptar la propuesta de corredores alternativos desviaría la atención de la injusticia que denunciamos».
La posición italiana refleja una contradicción característica en la comunidad internacional. Mientras el ministro Tajani promete asistencia consular y despliega barcos militares como medida de precaución, insiste en canalizar la ayuda humanitaria exclusivamente a través de Chipre. Esta dualidad evidencia la tensión entre la retórica humanitaria y la cautela política ante una acción directa que desafíe abiertamente las restricciones israelíes.
Los activistas a bordo manejan una lectura estratégica de los riesgos. Como señala el diputado español Juan Bordera, «a Israel no le conviene matar a alguien o hundir un barco», sugiriendo que las amenazas buscan más la disuasión que una confrontación directa. Esta evaluación se basa en el cálculo de que una escalada violenta contra una flotilla civil en aguas internacionales tendría costos diplomáticos prohibitivos para el gobierno israelí.
La persistencia de la flotilla contrasta con la crisis humanitaria en Gaza, donde la ayuda marítima podría aliviar parcialmente el colapso de los canales terrestres. Los organizadores insisten en que su objetivo trasciende la entrega de suministros: buscan visibilizar la anormalidad del bloqueo y testear la aplicación del derecho internacional marítimo.
Mientras las embarcaciones restantes navegan hacia aguas más conflictivas, su travesía se ha convertido en un termómetro de la voluntad internacional para hacer cumplir las resoluciones humanitarias. La flotilla navega así entre la presión política y la urgencia de una población gazatí que espera señales tangibles de solidaridad internacional.
27/09/2025