En Nueva York, donde cada gesto y cada palabra tienen repercusión global, se hizo más visible la brecha entre Marruecos y Argelia en torno al Sáhara. De un lado, Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores marroquí, desplegó una intensa agenda diplomática en la Asamblea General de la ONU, consolidando apoyos y tejiendo nuevas alianzas alrededor de la Iniciativa de Autonomía propuesta en 2007. Del otro, Ahmed Attaf, su homólogo argelino, insistió en el discurso clásico del referéndum, una opción que las resoluciones del Consejo de Seguridad han ido dejando progresivamente de lado, al tiempo que el peso diplomático de Argel se reduce en el escenario internacional.
Marruecos: constancia diplomática y alianzas estratégicas
Durante la semana de alto nivel en Naciones Unidas, Bourita se reunió con Staffan de Mistura, enviado personal del Secretario General, acompañado por Omar Hilale, representante permanente ante la ONU. Bourita, reiteró lo esencial: la soberanía marroquí sobre el Sáhara no es negociable, y la autonomía bajo soberanía nacional es la única propuesta considerada «seria, creíble y realista» por el Consejo de Seguridad en sus resoluciones más recientes (2602, 2654 y 2703).
Más allá de las palabras, Marruecos actuó con hechos: el ministro marroquí mantuvo una veintena de reuniones bilaterales con homólogos de África, Europa, el Golfo y América Latina. Entre ellos, su encuentro con Bankole Adeoye, comisario de Asuntos Políticos, Paz y Seguridad de la Unión Africana, lo que simbolizó el avance de Rabat en una institución donde antes estaba aislado. Asimismo, los contactos con Yibuti y Liberia consolidaron apoyos africanos ya expresados en la apertura de consulados en El Aaiún y Dajla, mientras las conversaciones con Islandia y Baréin reflejaron la diversificación hacia socios nórdicos y árabes del Golfo.
Argelia: un discurso desfasado frente al consenso internacional
En contraste, Argelia volvió a centrar su estrategia en reclamar un referéndum de autodeterminación, pese a que la ONU ya no lo contempla como opción viable desde hace más de dos décadas. El comunicado de la diplomacia argelina, posterior a la reunión de Attaf con De Mistura, repitió fórmulas que pierden fuerza en los foros internacionales: «derecho imprescriptible» y «referéndum inalienable».
La realidad es que, en los últimos años, más de 30 países han abierto consulados en el Sáhara, expresando de facto un reconocimiento a la soberanía marroquí. Además, Washington, Madrid y Berlín, entre otros actores clave, respaldan explícitamente la autonomía como base de solución. En este contexto, Argelia se ve cada vez más sola en su defensa de un mecanismo que la propia MINURSO no ha podido implementar desde su creación en 1991.
El Sahel: retrocesos diplomáticos de Argelia y oportunidad para Marruecos
El frente saheliano es otro escenario donde se refleja el contraste. En marzo de 2025, el derribo de un dron maliense atribuido a Argelia tensó las relaciones con la Alianza de Estados del Sahel (Mali, Burkina Faso y Níger). La crisis derivó en la retirada de embajadores, el cierre del espacio aéreo y un enfriamiento evidente con gobiernos que Argel pretendía influenciar. En consecuencia, Mali registró una demanda contra Argelia ante la Corte Internacional de Justicia, lo que pone más a este país en un aislamiento regional inevitable.
Marruecos, en cambio, ha reforzado su papel como socio alternativo para estos países sin salida marítima. Los puertos atlánticos de Dajla y Casablanca son vistos como corredores estratégicos hacia el comercio internacional, y proyectos como el futuro gasoducto Nigeria-Marruecos o la Iniciativa Atlántica propuesta por el Rey Mohammed VI se convierten en plataformas de integración regional. Allí donde Argelia genera fricciones, Rabat ofrece soluciones tangibles en materia de infraestructura, energía y seguridad.
Con esto, la diplomacia no se mide en frases, sino en hechos y resultados acumulados a lo largo del tiempo. Marruecos ha comprendido que su credibilidad pasa por propuestas viables, cooperación multilateral y diversificación de socios, tanto en África como en Europa, América y el mundo árabe.
Argelia, en cambio, se aferra a un relato que la aísla en el Magreb, la enfrenta a sus vecinos del Sahel y la distancia de las potencias influyentes. En Nueva York, el contraste fue claro: Marruecos consolidó su liderazgo, mientras Argelia descubrió, quizás sin admitirlo, la sombra de su propio aislamiento.
23/09/2025
Abdelhalim ELAMRAOUI