África, responsable de apenas el 4% de las emisiones globales, es paradójicamente la región más castigada por los efectos del cambio climático. Sequías devastadoras, inundaciones recurrentes y la pérdida acelerada de biodiversidad golpean con fuerza a un continente que ahora exige un cambio en la narrativa internacional. En la reciente Cumbre Climática de África, celebrada en Etiopía, líderes políticos y expertos remarcaron que el futuro climático del planeta depende también de lo que ocurra en África e insistieron en un cambio de narrativa, al explicar que no se trata de ayuda humanitaria, sino de inversión estratégica.
El continente africano concentra el 17% de los bosques del mundo, incluida la cuenca del Congo, la segunda selva tropical más extensa del planeta; posee el 60% de las tierras cultivables sin explotar y alberga minerales críticos para las energías renovables. Sin embargo, recibe menos del 3% de la financiación climática global. Ante esta situación, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, fue categórico al señalar que se debe «reemplazar la ayuda climática por la inversión climática. Los retornos se medirán en emisiones evitadas, millones de empleos y un clima global más resiliente”.
Asimismo, el déficit financiero es alarmante. África necesita alrededor de 3 billones de dólares para alcanzar sus compromisos climáticos hacia 2030, pero en 2021 y 2022 apenas obtuvo 30.000 millones. Esta escasez de recursos obliga a muchos países a recurrir al endeudamiento para financiar su adaptación, desviando fondos esenciales de sectores como la salud y la educación. Todo esto en un contexto donde los desastres naturales vinculados al clima, particularmente las inundaciones, responsables del 70% de las pérdidas, generan daños estimados en 13.000 millones de dólares cada año.
Según varios acuerdos internacionales, las naciones desarrolladas asumieron el compromiso de aportar 100.000 millones de dólares anuales a países en vías de desarrollo pero esa cifra no se ha alcanzado plenamente, y la promesa de elevarla a 300.000 millones para 2035 parece cada vez más lejana. Los países ricos apelan a limitaciones presupuestarias o a prioridades como el gasto en defensa para justificar su incumplimiento, lo que África percibe como un patrón de negligencia climática. “Nuestro mensaje debe ser claro: hagan lo que dicen”, reclamó el ministro de Medio Ambiente de Sudáfrica, Dion George.
Ante este panorama, África busca reposicionarse como un socio global indispensable, no como un receptor pasivo de ayuda. Proyectos de industrialización verde, compensación de carbono y energías limpias empiezan a atraer la atención de actores internacionales como China, Suiza y Singapur. Sin embargo, los líderes africanos insisten en que estos acuerdos deben construirse bajo una lógica de mercado y beneficio mutuo, lejos de la visión asistencialista que ha dominado durante décadas.
Es así como África se convierte en un símbolo de fragilidad y esperanza en tema de climático mundial; ya que ofrece una ventana de oportunidad para transformar la crisis en motor de desarrollo sostenible mas requiere del capital para llevar a cabo proyectos exitosos. En este contexto, la próxima Conferencia de las Partes (COP30), que se celebrará del 10 al 21 de noviembre de 2025 en la ciudad de Belém, en Brasil, será la prueba para medir si la comunidad internacional está dispuesta a pasar del discurso a la acción, e invertir de manera concreta en la resiliencia y el potencial verde de África.
15/09/2025