En un tablero geopolítico ya saturado de tensiones, Bielorrusia se convierte, una vez más, en el epicentro de la inquietud europea. Las maniobras militares conjuntas ruso-bielorrusas «Zapad 2025», iniciadas este 12 de septiembre y programadas hasta el día 16, no son un mero ejercicio rutinario. Se despliegan bajo la sombra ominosa de su predecesor de 2021, que apenas meses después dio paso a la invasión de Ucrania, y en un momento de máxima fricción entre Moscú y la OTAN. Este ejercicio cuatrienal, analizado con lupa por Occidente desde 2009, es hoy más que nunca un pulso, una declaración de intenciones que resuena con ecos de advertencia.
La presencia de tropas rusas en suelo bielorruso, una imagen inquietantemente familiar de septiembre de 2021, evoca inevitablemente el preludio a la ofensiva contra Kiev en febrero de 2022. Aquella vez, el territorio de Minsk fue una plataforma de lanzamiento crucial. Ahora, el recuerdo se agudiza tras la reciente violación del espacio aéreo polaco por drones rusos, un incidente entre el 8 y 9 de septiembre que, intencional o accidental, ha disparado las ya elevadas tensiones entre Europa y la OTAN, por un lado, y Rusia y sus aliados, por el otro.
La retórica oficial vs. la realidad de la escalada
Públicamente, Moscú y Minsk se esfuerzan por mitigar la alarma. El portavoz del Kremlin afirmó este jueves que «estos ejercicios no apuntan a otros Estados», un mensaje secundado por Bielorrusia, que asegura que la mayoría de las actividades tendrán lugar lejos de las fronteras europeas. Un intento de «desminar» el terreno sembrado de desconfianza en un continente donde las promesas rusas rara vez han coincidido con sus acciones.
Sin embargo, la narrativa oficial choca con detalles inquietantes. El ministro de Defensa bielorruso reveló el 13 de agosto que las tropas no solo ensayarán tácticas convencionales, sino que también practicarán la planificación del «uso de armas nucleares» y la integración del nuevo sistema de misiles «Orechnik». Este misil balístico de medio alcance, del que se conoce poco salvo que Moscú lo promociona como capaz de portar ojivas nucleares, convierte a Zapad 2025 en un mensaje nuclear explícito. Una demostración de fuerza que, como bien sabe el Kremlin, será particularmente sensible para el presidente estadounidense Donald Trump, cuya histórica susceptibilidad a las amenazas nucleares es bien conocida en la arena internacional. La inserción de esta capacidad en los ejercicios no es un mero detalle técnico; es una escalada calculada en el teatro de la disuasión, o, para algunos, de la coerción.
Polonia: La «copa llena» y el cierre de fronteras
La reacción más contundente ha llegado de Varsovia. Tras la incursión de una veintena de drones rusos en su espacio aéreo el pasado 10 de septiembre, Polonia ha optado por una medida drástica: el cierre completo de todos sus puntos de paso fronterizo con Bielorrusia –dos carreteros y tres ferroviarios– y la restricción de su tráfico aéreo en la frontera oriental. Una decisión comunicada por nuestro corresponsal en Varsovia, Adrien Sarlat, y que subraya la gravedad con la que Varsovia percibe esta escalada.
El ministro polaco de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, no escatimó en advertencias. En declaraciones firmes, sentenció que «aunque cíclicos, estos ejercicios representan una amenaza porque [rusos y bielorrusos] entrenan escenarios militares muy agresivos». Sikorski recordó la violación de su espacio aéreo y afirmó que «es un medio para mostrar al presidente Lukashenko que la copa está llena». El jefe de la diplomacia polaca trazó un paralelismo escalofriante con el pasado: «Antes de invadir Ucrania, Rusia también organizó ejercicios militares. Ahora, se entrena para poder atacar a la OTAN y practica el uso del arma nuclear. Y hemos aprendido en los últimos 500 años que cuando Rusia nos amenaza, hay que tomarla muy en serio». Esta memoria histórica, grabada a fuego en la conciencia polaca, es el prisma a través del cual Varsovia interpreta cada movimiento en su frontera oriental.
Con al menos 30.000 soldados ruso-bielorrusos movilizándose cerca de las fronteras de la OTAN, Zapad 2025 trasciende el mero ejercicio militar. Es un pulso calculado, una estrategia de disuasión y, para muchos, una velada amenaza. Aunque las maniobras están previstas para finalizar el martes 16 de septiembre, Polonia ha decretado el cierre de sus fronteras «hasta nuevo aviso», un indicador de la profunda desconfianza y la percepción de riesgo latente. En un continente que no ha olvidado los tambores de guerra, Zapad 2025 no solo exhibe músculo, sino que reaviva fantasmas, empujando los límites de la estabilidad regional y poniendo a prueba la cohesión y la determinación de Occidente frente a un actor impredecible que parece decidido a redefinir sus fronteras de influencia por la fuerza.
Mohamed BAHIA
12/09/2025