El calendario de la justicia turca se ha convertido en una cuenta atrás para la democracia. Esta semana, dos juicios paralelos no solo decidirán el futuro de un hombre y un partido, sino que podrían sellar el destino político de una nación entera. No son procesos legales; son los actos finales de un asedio político orquestado por Recep Tayyip Erdogan para aniquilar cualquier alternativa a sus 23 años en el poder.
En el banquillo hay dos objetivos: el hombre y la institución. El hombre es Ekrem İmamoğlu, el carismático alcalde de Estambul y la mayor amenaza electoral para Erdogan. La institución es su partido, el CHP, la única fuerza que ha logrado infligir al presidente una derrota humillante en las urnas. La estrategia del poder es clara: si no puedes vencerlos, inhabilítalos.
El jaque mate a İmamoğlu
Ekrem İmamoğlu ya lleva seis meses en prisión, a la espera de un juicio por acusaciones de corrupción que parecen deliberadamente estancadas. Pero la verdadera guillotina legal caerá este viernes, 12 de septiembre, en un caso de una simplicidad letal: la validez de su título universitario, obtenido hace más de tres décadas.
La acusación de «falsificación de documento oficial» podría acarrearle hasta ocho años de cárcel, pero la pena es lo de menos. El verdadero objetivo es la consecuencia: si la justicia anula su diploma, İmamoğlu quedará inhabilitado de por vida para presentarse a la presidencia. Es el jaque mate perfecto. Podría ser absuelto de todos los demás cargos, podría incluso ser liberado, pero sin ese papel, su carrera política a nivel nacional estará acabada. Es la bala de plata legal para eliminar al rival sin necesidad de un veredicto de culpabilidad por corrupción.
El asalto institucional al CHP
Si el viernes el objetivo es el líder, el lunes 15 el objetivo es el movimiento. El Partido Republicano del Pueblo (CHP) se enfrenta a una audiencia que podría suponer su fin como fuerza de oposición independiente. La acusación de «fraude» durante el congreso que eligió a su actual líder, Özgür Özel, es la excusa legal para una maniobra sin precedentes en la turbulenta historia de Turquía: la destitución de toda la cúpula del partido para ser reemplazada por un administrador designado por el gobierno.
Esto no es una simple injerencia; es una toma de control. Una decapitación institucional en toda regla. Y el timing, de nuevo, no es casual. Bajo el liderazgo de Özel y con la figura de İmamoğlu, el CHP consiguió el año pasado su primera victoria electoral a nivel nacional en 45 años en las elecciones municipales, arrebatando a Erdogan las principales ciudades del país. La ofensiva judicial no es una reacción a una debilidad de la oposición, sino a su fortaleza. Es un castigo por haberse atrevido a ganar.
Ante este doble asalto, el CHP ha convocado una manifestación masiva en Ankara el domingo, un último intento de demostrar en las calles una fuerza que se le intenta arrebatar en los tribunales.
Los veredictos de los próximos días escribirán el próximo capítulo de la historia turca. Podrían ser la crónica de la consolidación de un poder absoluto o el catalizador de una resistencia cívica desesperada. En la Turquía de Erdogan, la toga de los jueces se ha convertido en el arma definitiva en la batalla por el alma del país.
Mohamed BAHIA
12/09/2025