La 40ª edición del prestigioso Foro Crans Montana se convierte en la plataforma definitiva de la visión diplomática del rey Mohammed VI: consolidar un corredor de paz y prosperidad que una África, Europa y América, con el Reino como su pivote geoestratégico.
Hay aniversarios que se celebran con nostalgia y otros que se aprovechan para lanzar una ofensiva diplomática. La 40ª sesión del Foro Crans Montana, que tendrá lugar en Rabat del 1 al 4 de octubre, pertenece sin duda a la segunda categoría. Lo que podría ser una simple cumbre de alto nivel se ha transformado en el escenario donde Marruecos despliega su mayor apuesta geopolítica de la década: la articulación de un nuevo espacio atlántico.
El objetivo, expresado con la solemnidad que la ocasión merece, es «crear un nuevo espacio de cooperación y paz». Sin embargo, tras esta fórmula diplomática se esconde una estrategia de gran calado. Jean-Paul Carteron, el histórico fundador del foro, lo confirmó sin ambages: esta cumbre es la segunda de una serie dedicada a cristalizar la visión del rey Mohammed VI para el Atlántico. No es un evento aislado; es un capítulo crucial en la construcción de lo que Rabat concibe como una «alianza territorial integrada, solidaria y durable».
El análisis de la lista de invitados y temas revela las piezas de este complejo rompecabezas. El invitado de honor es la República Democrática del Congo (RDC), un gigante en recursos y un actor clave en el corazón del continente. La sesión especial dedicada a este país —»RDC 2030: Minas, energía, industrialización y soberanía económica»— es una declaración de principios. Marruecos no solo busca alianzas políticas, sino que se posiciona como un socio estratégico para el desarrollo económico de las potencias africanas emergentes, enfocándose en la cadena de valor de los recursos naturales.
La presencia de figuras como el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo o ministros de Antigua y Barbuda y del Congo subraya la ambición transcontinental del proyecto. Se trata de tejer una red que cruce el océano, conectando a África no solo con su tradicional socio europeo, sino también con el Caribe y, por extensión, con América Latina.
Pero una visión de esta magnitud requiere un músculo financiero que la sostenga. Y aquí entra en juego otro actor clave: los Emiratos Árabes Unidos. Su participación, anunciada con la presencia de fondos de inversión y socios potenciales, es la señal inequívoca de que este proyecto atlántico cuenta con el interés y el posible respaldo del capital del Golfo. Es la perfecta sinergia entre la visión estratégica marroquí y la capacidad inversora emiratí, un eje Sur-Sur cada vez más influyente en la escena mundial.
Los debates programados —desde la conectividad digital y el transporte intercontinental hasta la soberanía alimentaria— confirman que el plan es holístico. El objetivo no es solo construir puertos y rutas marítimas, como se debatió en la edición anterior del foro, sino crear un ecosistema completo de desarrollo. Especialmente significativo es el enfoque en los 16 estados africanos sin litoral, para quienes esta iniciativa atlántica representa una promesa de salida al comercio mundial y una alternativa a las dependencias históricas.
Al acoger este foro, Rabat no actúa como un mero anfitrión. Se erige como el arquitecto y el principal impulsor de un nuevo orden atlántico, uno donde África no es un espectador, sino un protagonista que define sus propias alianzas y su propio futuro. La 40ª sesión del Crans Montana no será solo un encuentro de líderes; será el reflejo de un centro de gravedad geopolítico que se desplaza, lenta pero inexorablemente, hacia el sur.
11/09/2025