El zumbido en los pasillos de “Index Saudi Arabia 2025” no es solo el de los negocios cerrándose a alta velocidad. Es el murmullo de una estrategia que se despliega con la precisión de un maestro artesano. Entre los 40 pabellones internacionales que compiten por la atención de arquitectos y compradores de lujo, uno en particular no solo exhibe objetos, sino que proyecta una narrativa: el de Marruecos.
Lo que a primera vista podría parecer una simple participación en una feria de diseño más, es en realidad un desembarco estratégico en toda regla. Liderada por el Secretario de Estado Lahcen Essaadi, la delegación marroquí no ha venido a Riad a vender alfombras; ha venido a conquistar un ecosistema. El Golfo, con su insaciable apetito por la exclusividad y la autenticidad, se ha convertido en el nuevo campo de batalla donde el soft power cultural se traduce en contratos millonarios. Y Marruecos juega sus cartas con maestría.
El pabellón de 234 m², orquestado por la Maison de l’Artisan, es un microcosmos de esta ofensiva. No es una acumulación de productos, sino una curada declaración de principios. Aquí, el mobiliario no es solo madera y tela, es la herencia de ebanistas de Fez dialogando con líneas minimalistas. La perfumería no vende esencias, sino el alma olfativa de Marrakech embotellada. Las esculturas en mármol no son meros adornos, son la geología del Atlas convertida en arte contemporáneo.
La jugada es inteligente por varias razones. Primero, Marruecos entiende que el lujo del siglo XXI ya no reside en el logo, sino en la historia. Cada pieza marroquí es un vector de cultura, un fragmento de un savoir-faire ancestral que la producción en masa no puede replicar. En un mercado inundado de homogeneidad, lo hecho a mano con alma se convierte en el máximo exponente de la exclusividad.
Segundo, la elección del escenario es quirúrgica. «Index Saudi Arabia» congrega a más de 17.000 profesionales. No son turistas, son prescriptores de tendencias, promotores inmobiliarios que diseñan ciudades enteras, interioristas que definen el gusto de una élite global. Venderle a uno de ellos no es una transacción; es una infiltración en las cadenas de valor del lujo mundial.
Finalmente, esta iniciativa revela una madurez en la política económica marroquí. El gobierno ya no ve la artesanía como un mero pilar del turismo o un sector folclórico, sino como una industria creativa de exportación con un potencial inmenso. Al traer a sus mejores empresas a Riad, no solo les abre puertas, sino que las expone a las tendencias globales, obligándolas a innovar y a competir en la primera división del diseño internacional.
Así, mientras los focos iluminan las últimas creaciones italianas o alemanas, el asalto marroquí es más silencioso, más profundo. No se basa en la potencia industrial, sino en la densidad cultural. Marruecos no está vendiendo productos en Riad. Está exportando su identidad, finamente pulida y lista para decorar los palacios del futuro. Y en el tablero geopolítico actual, esa es una de las jugadas más poderosas que se pueden hacer.
10/09/2025