Cuando el presidente estadounidense Donald Trump lanzó su campaña presidencial prometió poner fin a la guerra en Ucrania, y lo hizo proyectando una cercanía estratégica con el mandatario ruso Vladímir Putin que, según él, le permitiría negociar un alto el fuego rápido y duradero. Sus primeros gestos en la Casa Blanca reforzaron esa imagen: ofrecía ser un mediador directo entre Moscú y Kiev, al margen de la diplomacia tradicional de Washington y, en ocasiones, incluso en tensión con Bruselas. Sin embargo, la realidad lo ha rebasado y su promesa continua inconclusa.
La guerra entre Rusia y Ucrania persiste, se ha intensificado y las negociaciones de paz siguen bloqueadas. Putín a declarado su desconfianza con Estados Unidos y aunque el líder ucraniano fue puesto en vergüenza en la Casa Blanca, y por ocasiones ha ofrecido discursos «duros» exhibiendo una falta de apoyo estadounidense, Trump insiste en ocupar un lugar en cualquier negociación que se dé sobre ese conflicto.
Ya en reiterada ocasiones el mandatario republicado ha confirmado «perder la paciencia» con Putin y Zelenski, sin embargo, ahora todo indica que endurecerá su posición contra Rusia. El último gran ataque aéreo ruso contra Ucrania este fin semana, calificado como el más mortífero desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022, ha provocado este cambio de actitud.
Trump, visiblemente frustrado, reconoció que Putin “se ha vuelto completamente loco” y admitió que su paciencia se ha agotado. Por primera vez desde su llegada al poder, el presidente estadounidense amenaza con pasar a una “segunda fase” de sanciones contra Rusia, lo que incluye aranceles secundarios a países que compren petróleo ruso. Este giro supone un endurecimiento de su línea, en contraste con su discurso inicial de acercamiento al Kremlin.
El cambio no responde únicamente a la dinámica militar, sino también a la presión política interna. El Senado, con republicanos y demócratas alineados en este frente, ha advertido que está dispuesto a aprobar sanciones más duras si Moscú sigue dilatando las conversaciones de paz. Es así como la Casa Blanca evalúa imponer tarifas de hasta un 500% sobre las importaciones de países que mantengan vínculos energéticos con Rusia, medida que busca aislar a Moscú en el mercado global. A esto se suma el llamado insistente del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien asegura que “la única forma de hacer que Moscú se mueva más rápido es a través de sanciones y armas”.
El endurecimiento del discurso estadounidense ocurre, además, en un momento de redefinición de las relaciones transatlánticas. Durante meses, Trump ha mantenido una postura confrontativa con la Unión Europea en materia arancelaria, generando fricciones en el comercio bilateral. No obstante, la escalada de la guerra en Ucrania lo ha llevado a reabrir canales con sus socios europeos. Líderes del bloque viajarán en los próximos días a Washington para coordinar estrategias sobre cómo enfrentar a Rusia y asegurar apoyo sostenido a Kiev. Esta reunión pareciera indicar que pese a las diferencias comerciales, la alianza estratégica frente al Kremlin sigue en pie.
Para la Unión Europea, este acercamiento con Washington coincide con su propio giro hacia una política más dura contra Moscú. Bruselas ya ha reducido drásticamente sus compras de gas y petróleo rusos y fijó el año 2027 como fecha límite para cortar la dependencia energética.
Ahora, la convergencia con Estados Unidos en nuevas sanciones financieras y comerciales marca una nueva fase en la coordinación occidental. De esta manera se comprueba, una vez más, como la guerra se libra no solo en los campos de batalla de Ucrania, sino también en los mercados internacionales, donde la estrategia busca estrangular la economía rusa antes de que el frente militar se desgaste por completo.
Si bien, los líderes occidentales apuestan por presionar a Moscú mediante presiones económicas y comerciales, la paradoja es que Trump, quien prometió acabar con la guerra a través del entendimiento personal con Putin, se ve ahora obligado a liderar una nueva fase de sanciones. Su apuesta inicial por la diplomacia directa, fácil y efectiva ha derivado en un escenario donde la coerción reemplaza al diálogo, y donde las tensiones arancelarias con Bruselas ceden paso a una prioridad compartida: impedir que Moscú imponga por la fuerza un cambio territorial en Europa. Un ejemplo más del cambio en la narrativa de Trump cuando sus propuestas iniciales se salen de control.
08/09/2025
María Angélica Carvajal