Los recientes disturbios en Torre Pacheco, Murcia, España, han evidenciado la facilidad con la que el discurso de odio puede prender fuego en comunidades diversas. A raíz de la agresión a un vecino de 68 años por supuestamente tres jóvenes de origen magrebí, el municipio ha vivido cinco días de alta tensión con episodios violentos que han dejado una huella preocupante a medida que el resurgimiento de la islamofobia amenaza con romper años de coexistencia pacífica.
Lo ocurrido no es simplemente una reacción ciudadana ante un acto delictivo aislado, sino una muestra de cómo ciertos sectores extremistas pueden instrumentalizar un hecho puntual para fomentar el odio colectivo. Grupos como «Deport Them Now UE» han sido claves en esta escalada, difundiendo mensajes como “cazar al moro” y organizando manifestaciones con simbología neonazi, incitando al conflicto y provocando el despliegue de más de 130 agentes antidisturbios por parte del Estado. Según datos del Ministerio del Interior, ya son 14 los detenidos por estos altercados, desde el fin de semana pasado.
A esto hay que sumar que el impacto sobre la comunidad marroquí de Torre Pacheco ha sido demoledor. Comercios cerrados, familias encerradas en casa por miedo, jóvenes agredidos y un clima de sospecha generalizada han puesto en riesgo tanto la integridad física como la dignidad de quienes, desde hace décadas, han sido motor económico esencial en la agricultura murciana.
Cabe recordar que la Región de Murcia acoge a más de 150.000 ciudadanos de origen marroquí, según datos del INE a 2023, muchos de los cuales trabajan en sectores esenciales como el campo, la construcción o la hostelería. Su papel es tan estructural como invisibilizado y ahora está en peligro por un hecho que se ha generalizado aprovechando una difícil coyuntura política.
Es necesario recordar que desde un punto de convivencia social y de derechos humanos, la criminalización de comunidades enteras por el acto de unos pocos es una práctica no solo injusta, sino peligrosa. La lógica divisoria del «ellos y nosotros» que ha tenido eco en Torre Pacheco desde el viernes pasado, solo sirve para obtener réditos políticos de la crispación a causa de crear grietas sociales peligrosas.
La investigación Mapeando la Intolerancia ya advertía del crecimiento de prejuicios hacia los musulmanes entre los jóvenes, alimentados por bulos en redes sociales y discursos de odio institucionalizados, como los provenientes de figuras públicas de Vox. Y en este contexto, el silencio o políticas poco claras son cómplices. Las declaraciones que justifican “el hartazgo” de los vecinos o insinúan que las comunidades migrantes viven aisladas contribuyen a legitimar la exclusión y el racismo en lugar de promover una convivencia pacífica en una zona diversa. Y es aquí donde los Estados deben actuar de forma contundente, donde la prioridad deben ser los derechos humanos y donde la migración no debe ser estigmatizada como algo negativo, por lo contrario esa diversidad aporta riqueza cultural y ha sido y será esencial para el desarrollo económico de la región.
Es así como desde 4 días atrás, la comunidad marroquí, pilar de la sociedad española, esta siendo víctima de una violencia generalizada injustificada, atacada por mayoría, que paradójicamente, depende de su trabajo. En momentos de crisis como la sequía, la pandemia o la recolección agrícola, han sido los primeros en estar en primera línea, trabajando hombro a hombro por sus vecinos del norte y en muchos casos por su patria de acogida. Razón por la cuál ahora es inaceptable que, frente a un error individual, se les coloque en el banquillo colectivo mientras se ignora su contribución diaria y sostenida al desarrollo local y nacional.
Torre Pacheco se ubica hoy en una encrucijada. Entre tanto grupos políticos extremistas han desbocado discursos de odio, que llamaron a una manifestación con pobre asistencia, pero que en días lograron despojar a una comunidad de su tranquilidad. Las palabras de unos pocos han logrado resquebrajar la base del respeto, el diálogo y la convivencia de una sociedad, donde algunos han decidido dejarse arrastrar por el ruido de un pequeño grupo en busca de desestabilizar el orden que ha estado presente.
La sociedad española no debería dejarse gobernar por el miedo sino por una ideología que defienda sus principios democráticos con valentía, respeto, solidaridad y no por un odio espontáneo contra quienes les proveen de servicios y cumplen con las labores que los locales desprecian. La convivencia en paz se siembra, se riega y se cosecha con éxito cuando los oídos no prestan atención a la desinformación, de otra manera generará violencia. En un mundo globalizado donde la migración ya no es un fenómeno raro sino una acción cotidiana, debe defenderse y promoverse la educación crítica y la justicia sin titubeos, con memoria histórica reciente y pasada, basada en la verdad y sobre todo en los derechos humanos, garantizando la seguridad y el respecto a la dignidad de locales y migrantes, que al fin y al cabo son todos habitantes de la misma comunidad y compartes lazos sociales inquebrantables.
16/07/2025
María Angélica Carvajal