El Informe de Ciudadanía Mundial 2025 arroja una conclusión contundente: la ciudadanía del siglo XXI se redefine en términos de funcionalidad socioeconómica, más allá de las fronteras tradicionales. En un contexto de inflación persistente, inestabilidad geopolítica y presión migratoria, los ciudadanos globales buscan países que les garanticen estabilidad financiera, libertad de movimiento, oportunidades económicas y calidad de vida tangible. La competencia por el talento y el capital humano no es simbólica, sino estructural.
Las naciones mejor posicionadas en el ranking, Suiza, Dinamarca, Australia, Noruega o Alemania, no solo disfrutan de estabilidad fiscal, sino que han perfeccionado marcos regulatorios que incentivan la inversión y la innovación, mientras aseguran altos niveles de bienestar social. Su fórmula combina eficiencia administrativa con respeto por el estado de derecho y políticas públicas sostenidas. Esta sinergia es clave para comprender por qué ocupan los primeros lugares.
El índice revela que la libertad financiera y la gobernanza económica son pilares ineludibles del desarrollo ciudadano. Países con sistemas tributarios estables, bajos niveles de corrupción y apertura comercial no sólo atraen inversión, sino que también crean entornos donde el ciudadano puede prosperar sin miedo a cambios drásticos de política o pérdida de derechos adquiridos. En este sentido, el índice incorpora fuentes como el Índice de Percepción de Corrupción y el Índice de Libertad Financiera para calificar los entornos más saludables.
Sin embargo, la mayoría de los países del sur global, incluidos los del norte de África, enfrentan limitaciones estructurales que condicionan sus avances. Marruecos, por ejemplo, ha logrado consolidar sectores económicos dinámicos, pero sufre por la rigidez institucional, los controles financieros y una débil red de tratados de movilidad internacional. Sin una visión clara para fortalecer la libertad financiera, su desarrollo ciudadano seguirá siendo parcial y frágil.
El informe también evidencia que la movilidad internacional ya no es un privilegio elitista, sino un factor decisivo en la planificación familiar, empresarial y educativa de una creciente clase media global. El acceso a centros financieros internacionales, sistemas de salud avanzados y redes educativas de prestigio se ha convertido en un derecho aspiracional que los estados deben considerar parte integral del contrato social.
El Informe de Ciudadanía Mundial mide la capacidad de un país para ofrecer una vida estable, segura y proyectada al futuro, en un mundo cada vez más interconectado. Es así como la competitividad global ya no se libra únicamente entre economías sino también entre sistemas de ciudadanía. Y en esa carrera, los países que ignoren las dimensiones humanas del desarrollo económico como la movilidad urbana, la economía sostenible, la libertad de traslado y financiera, corren el riesgo de quedarse sin ciudadanos globales que quieran quedarse en su territorio, y busquen migrar agravando la presión social y económica en aquellos países que sí ofrecen esas cualidades a su habitantes.
14/07/2025
María Angélica Carvajal